El Diario Montañés, 10 de septiembre de 2025
Cada
vez que introduzco la basura en su contenedor correspondiente de reciclaje, sospecho
que después puede ir a parar a cualquier sitio. Aun así, ciudadano cabal, cumplo
con el deber cívico de depositarla en su lugar en busca de un mundo mejor.
En
esas estaba cuando mi hijo –enormemente respetuoso con nuestro planeta– me sugirió
que me informara sobre el impacto de las nuevas tecnologías en el medio
ambiente. «No son tan limpias», dijo, y añadió otro jarro de agua fría al
incluir en la ecuación a los coches eléctricos, «apenas tienen vida útil para amortizar
la contaminación de sus baterías; puedes comprobarlo». Lo hice utilizando la IA
y obtuve resultados asombrosos: «El impacto ambiental de las tecnologías
digitales está creciendo rápidamente, en especial por el auge de la
inteligencia artificial y el uso masivo de plataformas tecnológicas. Google ha
emitido 14,3 millones de toneladas de carbono en 2023 (el 48% más desde 2019);
Meta (Facebook, Instagram, WhatsApp) 7,5 millones de toneladas; TikTok más de
50 millones de toneladas al año (supera las emisiones anuales de Grecia);
YouTube 11,13 millones de toneladas en 2016 (equivalente a las emisiones
anuales de Madrid); Inteligencia Artificial hasta 100 millones de toneladas al
año. Las emisiones totales han aumentado un 150% entre 2020 y 2023. Además, los
centros de datos consumen enormes cantidades de electricidad, y agua para
refrigeración. Los más grandes pueden gastar hasta diecinueve millones de
litros diarios».
Confieso
que estas cifras me acojonaron y me hicieron pensar en las necesidades del
Proyecto Altamira, nuestro futuro macrocentro tecnológico y de datos, anunciado
con gran despliegue publicitario como uno de los más grandes de Europa. (También
debo admitir que recurriendo a la IA para obtener esta información me he
sentido tan culpable como cuando por error meto los residuos en el recipiente
equivocado).