El Diario Montañés, 16 de julio de 2025. Fotografía DM
Tenemos
una sociedad desconcertante, capaz de realizar acciones tan dispares como en
ocasiones disparatadas. Algunos jóvenes se han conjurado por las redes sociales
para defecar en las piscinas, quizás porque, como decía Francisco de Quevedo, «no
hay contento en esta vida / que se pueda comparar / al contento de cagar» o «no
hay gusto más descansado / que después de haber cagado». Aunque supongo que en
sus poemas escatológicos se refería a que lo hicieran dentro del orinal, sin
enturbiarle a nadie la fiesta del agua, que es lo que está sucediendo ahora, en
esta época de retos virales en la que, como dijo Boileau, «un necio encuentra
siempre otro necio aún mayor que le admira».
Surge
otra vertiente más espiritual, que no hace daño a nadie pero es igual de absurda.
Consiste en ofrecer conciertos musicales a las plantas. Como hay disparates que
se visten de arte, varias personas se acercaron esta semana a los Jardines de
Pereda con tiestos para escuchar música. Incluso los más atrevidos bailaron con
sus plantas, a las que, según Eugenio Ampudia, director del evento, «les gusta
la música clásica y no les gusta nada el rock and roll». Hubo quien, atrapado
por la fuerza de la performance, creyó ver que las plantas se meneaban de
contento siguiendo el ritmo, aunque otros, más pragmáticos, achacaron tales
bamboleos a las ráfagas de viento.
Suelen
decir los críticos de estas posturas tan extravagantes que, al paso que vamos, la
humanidad se extinguirá pronto. Los jóvenes cántabros parece que ya han tomado
nota, pues desde 2008 hasta 2023 se mantienen líderes en cuanto a que la
nuestra sea la región con mayor descenso de nacimientos de toda la Unión
Europea. Menos mal que la población con nacionalidad extranjera sigue
haciéndonos crecer. Aunque Vox no la quiera.
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