El Diario Montañés, 23 de julio de 2025, Fotografía @Diario Montañés
Si continuamos
de este modo, en Cantabria podemos morir de éxito. Los turistas han descubierto
la calidad de nuestro clima en estos tiempos de calentamiento global y no han
dudado en considerarnos una región privilegiada para huir de tórridos agobios.
Y nosotros, hospitalarios como somos, los recibimos con los brazos abiertos y
las agendas repletas de eventos para entretenerlos. La Semana Grande de
Santander, «con
más de doscientas
actividades y treinta casetas de la Feria de Día», es uno de los primeros.
Desde que se disparó el chupinazo, las calles respiran fiesta. Pero, como
siempre hay alguien dispuesto a echarle agua al tinto de verano, ya hubo quien aprovechó
para denunciar que el paisaje después de la batalla terminó devastado tras la
primera noche de celebraciones, con zonas que se llenaron de «basura, bolsas,
vasos de plástico, botellas, restos de comida y cierto hedor a orines»; incluso
sospechan que, como en la capital todo se tapa, los tres apuñalados que
registró la crónica de sucesos «dejarán de ser noticia porque el hecho no acaeció
en Torrelavega».
Para
más inri, en vez de resaltar la calidad de las faenas del coso santanderino –la
puerta grande se abre a diario para sacar a hombros al héroe de turno–,
prefieren afear la pasión que siente nuestro mocerío por la fiesta nacional, como
han demostrado los jóvenes que guardaron cola durante una noche para adquirir las
localidades más económicas.
Y, por
si esta mala leche no fuera excesiva de por sí, hay quienes pretenden culpar a la
llegada del verano de la precariedad que padecen algunos servicios básicos. Por
eso aprovechan para denunciar la falta de contratación de personal en Correos o
el cierre de consultorios médicos rurales, porque, según acusan, solo sabemos
colocar los huevos en la cesta del estío.
¡Cómo
somos!
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