martes, 12 de agosto de 2025

EL PARQUE DE CABÁRCENO (13 de agosto de 2025)

 

El Diario Montañés, 13 de agosto de 2025

Confieso que este artículo es distinto al que tenía escrito. Mi mujer, que siempre me asesora, me dijo que, siendo el verano un tiempo de despreocupación, debía rebajar el tono crítico. Quizás tuviera razón. Así que eliminé el anterior, que ofrecía un modelo para pronunciar un discurso institucional en el Día de Cantabria que llevase dentro de sí, sin que apena se notara, un mitin de partido. Alertaba, eso sí, del peligro que supondría denunciar la falta de equidad en el trato del reparto de los dineros estatales, justamente cuando acabábamos de conocer que Cantabria es la comunidad autónoma que más euros recibe por habitante. Pero, repito, lo deseché siguiendo su consejo.

«¿Y sobre qué puedo escribir?», pregunté. «Cuenta algo sobre el Parque de la Naturaleza de Cabárceno, ahora que se cumple el trigésimo quinto aniversario de su apertura; tú conoces su historia desde que era una mina de hierro al aire libre». En efecto, mi padre trabajó allí de capataz minero, y mi tío Guillermo solía llevarme en su camión, cuando yo apenas tenía diez años, para recoger el mineral en Cabárceno y descargarlo en las tolvas de Solía. Además, por transmisión directa de Alberto Javier Cuartas Galván, villaescusano de pro, conozco la anécdota del día en que se reunieron en la mina, que amenazaba cierre, altos cargos de la empresa Orconera con Hormaechea y otros miembros de la política cántabra, para reconocer el yacimiento y estudiar su viabilidad. Mientras todos especulaban con lo que podía hacerse para salvar la minería, Hormaechea les sorprendió con una frase desconcertante: «Ahí, al fondo, irán los elefantes». En aquel mismo instante, Cabárceno realizó un giro copernicano del sector primario al terciario. Y, posiblemente, también virase toda Cantabria.

En absoluto pretendo decir que fuera una mala decisión. Pero sí que inició una tendencia.

martes, 5 de agosto de 2025

PARQUES EÓLICOS (6 de agosto de 2025)

 

El Diario Montañés, 6 de agosto de 2025

Ante el turismo masivo que comienza a agobiarnos, parecería que se estén tomando medidas preventivas. Algunas son anecdóticas, como la del estajanovista Feijoó, que dijo que las vacaciones están sobrevaloradas (poco después, con el rostro bien bronceado, recomendó que quienes no sepan distinguir una broma se tomen un albariño y descansen). Otras son en verdad alarmantes, como la prevista proliferación de parques eólicos que pueden destrozar el privilegiado paisaje de nuestra región. Lo primero se quedó en una chanza propia de las declaraciones en directo cuando se pretende ser gracioso y no se sabe callar a tiempo; lo segundo es preocupante, porque el plan eólico dibujado sobre el mapa regional amenaza con llenar el paisaje de molinos de hasta doscientos metros de altura y pistas para poder acceder a ellos y a las torres eléctricas que trasladarán la energía eólica a centros de transformación y distribución, porque no siempre se utilizarán cables subterráneos.

En abril de 2022 Gochicoa, entonces consejero regional, presentó un proyecto que pretendía «que las zonas de exclusión supusiesen un 93,9% de la región, y las zonas condicionadas un 3% adicional». De ese modo solo quedaba el 3% del territorio «sin restricciones para la implantación eólica». Desconozco si el BOE del 14 de julio, publicado con alevosía veraniega, recoge el cambio radical de aquella propuesta, pero lo cierto es que las zonas implicadas en el actual desarrollo eólico sostienen que «llega sin avisar, sin información y sin tener en cuenta a los vecinos».

De ser así, parecería que los responsables políticos estuvieran solo preocupados de que esos artefactos gigantescos no estropeasen las maravillosas vistas de la bahía desde los miradores de la ciudad, porque nuestra costa representa «el refugio de una España que se achicharra».

En cuanto al interior, supondrán que su belleza podrá atenuar cualquier desaguisado.