El Diario Montañés, 11 de diciembre de 2019
Parece
que el viernes negro ha llegado a nuestras vidas para quedarse. El gran hermano
americano impone sus costumbres a la aldea global, y todos, fieles seguidores
de lo banal, hemos comenzado a subirnos al carro de las compras compulsivas cada
último viernes de noviembre. Dicen que a esas alturas del calendario se pone en
marcha el consumo navideño en América, y que a partir de entonces los números
rojos de los comercios comienzan a convertirse en negros. De ahí el nombre;
aunque vaya usted a saber. Lo cierto es que algunos medios de comunicación,
incitando al consumo, han hablado de ese día como si no existiera un mañana.
En
Cantabria nuestro particular viernes negro trajo otros tintes menos optimistas,
que apuntan al rojo negativo. El panorama oscuro lo presagian los Expedientes
de Regulación de Empleo que amenazan a las plantillas de dos de las mayores
empresas del territorio regional: Global Steel, de Nueva Montaña, y SEG
Automotive, de Treto, que vienen a sumarse a los ya vigentes de Saint Gobain y
Ferroatlántica (de las empresas más pequeñas, ni hablamos). Con este panorama
no sorprende que la producción industrial haya bajado un 1,5% en los diez
primeros meses de 2019. Sólo la hostelería ha aguantado el tipo en 2018, y con
1.360 millones de facturación aporta ya el 5,9% de la riqueza regional. Tal
perspectiva parece que nos aboca a vivir del turismo, y eso tiene su parte
negativa: el sector hostelero se mantiene, generalmente, con sueldos bajos y
trabajos que dependen de la temporalidad, lo que puede explicar que nuestra
región haya sido la única en la que bajó el salario medio durante la
recuperación económica, y que ahora estemos ganando 34 euros brutos menos que
en 2013.
«Cantabria
es como un gran bosque en el que vive gente», ha dicho con admiración uno de
los turistas que nos han visitado en este puente. «Esta región es un paraíso», ha
manifestado otro. Lo que quizá desconozcan ambos es que por falta de espacio
laboral expulsamos de este paraíso a nuestros hijos más preparados. Salvo que se
queden de camareros.
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