El Diario Montañés, 4 de diciembre de 2019
No
somos los cántabros los ciudadanos españoles que más vivimos, pero sí los que
alcanzamos más años con calidad de vida saludable (71,6 años). Así lo refleja
un estudio publicado por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social,
según el cual los achaques propios de la edad se manifiestan más tarde en
nuestra región. La verdad es que, acechados por la lluvia pertinaz y por los
huracanes que ya han aprendido el camino del norte de España (Eloy es la próxima
amenaza), la noticia sirve para reafirmarme en la fortaleza física de un pueblo
que le sabe poner buena cara al mal tiempo, aunque tenga la humedad calada
hasta los huesos del alma.
He
dicho alma, pero hay otra estadística que me debería haber hecho ser más cauto
a la hora de utilizar esa palabra: el Centre d´Estudis d´Opinió de la
Generalitat de Catalunya nos concede el tercer puesto nacional en cuanto a
porcentaje de ateos y agnósticos (el 34,8%), solo por detrás de Cataluña (el
42%) y el País Vasco (el 39,7%). Los catalanes últimamente no saben qué inventar
para demostrar su singularidad, y hete aquí que los cántabros –tan patriotas
que ponemos en duda el voto positivo del PRC al gobierno de Sánchez si pacta
algo sospechoso con Esquerra– alcanzamos en su estudio estadístico la medalla
de bronce del descreimiento, detrás, precisamente, de las dos comunidades que
mayores quebraderos de cabeza nos dan con lo de la independencia. Las
estadísticas, ya se sabe, las carga el diablo, y en este caso parece que el diablo
nos ha situado al lado de los que algunos consideran sus aliados.
No
existe estadística que mida el porcentaje de descontentos que hay en el PSOE
cántabro con el modo de actuar de Zuloaga, pero aumentan las voces que le
reclaman más transparencia y menos promoción de su imagen personal. El alma de un
partido son sus militantes y cuando desconfían de sus dirigentes la situación
se pone fea. Creerse avalado por la razón y transitar la senda de la
omnipotencia es camino abonado para que la cosa termine en un sindiós.
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