El Diario Montañés, 19 de octubre de 2022
José
Solana no habría podido pintar ‘La tertulia del Café de Pombo’ si otro Solana
(Óscar) hubiera regentado el establecimiento. No está la situación ahora para
perder el tiempo como se perdía entonces en charlas interminables, ni para
permitir que decenas de personas, sin apenas efectuar consumición, rodearan las
mesas para nutrirse de aquellas ideas que trataban de todo y concluían en nada.
A Solana (Óscar) algunos medios informativos lo han nombrado Solano, como al
viento, quizás porque con su decisión de cobrar 1,50 euros a quienes no hacen gasto
pretende que corra el aire para desalojar gorrones. Con la medida quiere educar
al no cliente, ese que ocupa una silla sin aportar beneficio económico, convencido
de que en nuestro país se aprende a base de sanciones.
Cada
cual es libre de poner las reglas en sus negocios, respetando las normas del
juego. Conociéndolas, deberán ser los parroquianos quienes decidan entrar o no.
En eso radica la libertad.
Doña
Rosa, el antipático personaje de ‘La colmena’ que no quería perder la
perspectiva, denigraba a cuantos estaban en su entorno, fuesen empleados o
clientes. Tampoco algunos hosteleros deberían perderla (la perspectiva) y tendrían
que denunciar a esos compañeros de profesión que denigran a sus trabajadores,
como evidencian los inspectores de trabajo cuando hablan del excesivo «fraude
en hostelería», donde escasean los derechos y sobran los deberes. Hay gorrones
en ambos lados de la balanza.
«Salta
la liebre» llamaban Mario Camus y sus compañeros adolescentes a los locales del
paseo de Pereda donde dormitaban tras los cristales, al calor beatífico de los
rayos de sol, el periódico sobre la panza, los señores que daban en no pensar
en nada, porque donde menos se piensa… Hoy lo tendrían difícil. Y es una
lástima, porque, aunque no consumieran, formaban parte de nuestro paisaje sentimental.
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