El Diario Montañés, 20 de marzo de 2024
Hoy tengo
nudos en el entendimiento. No puedo comprender que las amenazas a la libertad
de prensa y el espíritu democrático coexistan en una misma persona. Sospecho
que si algunos fusionan estas mezclas imposibles es porque parte de la
población aplaude los lances autoritarios. «Os vamos a triturar. Vais a tener
que cerrar. Idiotas. Que os den», ha advertido a un periódico digital el jefe
de gabinete de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, personaje de sol y sombra que actúa
como Corleone cuando hace una oferta que no se puede rechazar o como John
Dutton cuando ejecuta su propia ley en Yellowstone.
Político
que gusto imaginar con un vaso en la mano y los pies sobre la mesa, hilvana los
escritos de quien confeccionaba anteriormente los de Aguirre y Cifuentes (y dicen
que los de Pecas, el perro de la primera, aunque ella lo desmiente). ¿Será
quien influyó en Ayuso para que preguntase en su discurso del día de la mujer
por qué no se celebraba ningún día del hombre? Una ocurrencia que corrió como
la pólvora, aunque, en tiempos de mentira, política banal, gracejo y etiquetas
(‘hashtags’), olvidara el 19 de noviembre.
Mediocres
generadores de miedo existen en cualquier ámbito del poder. Hace tiempo, un
personajillo regional me citó en su despacho para advertirme que cuidara lo que
escribía en este rincón, porque podía volvérseme en contra. Su actitud me
ratificó en la idea de que la calidad de una persona se conoce cuando ostenta
un cargo.
Otra
forma de amenaza es el acoso. Vox ha puesto en marcha una investigación para
averiguar si Leticia Díaz lo ha llevado a cabo, precisamente aprovechando su
cargo, con una compañera de trabajo. Si se confirma, su partido podrá esgrimir un
argumento más cuando intente convencernos de que la violencia no tiene género.
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