El Diario Montañés, 16 de octubre de 2024
Como
lo que ahora predomina es el espectáculo, quedé enganchado a la televisión
durante la hora y media que tardaron en dar el resultado en el documental sobre
Cristóbal Colón. Y como soy hijo de esa estirpe de gentes que crecieron alabando
lo nuestro (lector de libros como aquel que se titulaba ‘Cantabria, cuna de la
Humanidad’), nunca perdí la esperanza de que el guion tuviese un giro final para
demostrar que el navegante tenía origen cántabro. Al fin, si habíamos sido cuna
del mundo terrenal –incluso «del Paraíso bíblico», localizado por el entorno de
Peña Sagra–, era probable que Colón hubiese visto la luz primera en nuestro
terruño. Es más, imaginé que entre las sillas que había colocadas para eliminar
a los eruditos que mantenían teorías fallidas sobre su procedencia, faltaba una,
reservada como sorpresa final, que colocarían con nuestra bandera regional,
mientras irrumpía Revilla en el plató entre aplausos, sonaba de fondo ‘Viento
del norte’ y se anunciaba que Colón era cántabro. Pero no: como demostración
del enorme poder televisivo, cinco millones de espectadores se enteraron de que
era judío.
Aprovechando
esa capacidad mediática, nuestro consejero de sanidad intenta camuflar los
problemas regionales, en general, y del hospital de Laredo, en particular, con
despliegues informativos que hacen parecer que su negociado tiene actividad
frenética: lo mismo adaptan jardines interiores para uso público, que logran el
«hecho histórico» de que se incorporen de forma «masiva» catorce nuevos
médicos. Sin embargo, muchos profesionales de ese hospital han emitido un
escrito, también para los medios, manifestando su malestar sobre la situación real
que soportan y el «vapuleo mediático» al que los está sometiendo con sus declaraciones,
alejadas de la realidad. Quieren que se deje de florituras y aborde lo
importante.
Su
silla, no obstante, no parece ser de las nominadas.
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