El Diario Montañés, 23 de octubre de 2024
Me
temo que, aunque desde la tozudez partidista algunos no quieran reconocerlo, la
salud de nuestra sanidad pública es precaria. Y con esa ofuscación acérrima mal
se pueden resolver sus serios problemas. Cuando se conoció la noticia de que en
Cantabria habían empeorado las listas de espera hasta alcanzar las peores cifras
nacionales, un diputado regional del PP manifestó que la situación de partida
de la sanidad cántabra era «mala tras el Gobierno PRC-PSOE y no mejoraría en
meses», pero el plan de reducción de las listas de espera del PP «ya estaba
dando sus frutos» (increíble, pero verdad). También el consejero culpó al
Estado, el pasado lunes, de los problemas de nuestra sanidad regional, al
tiempo que negaba el caos que denunciaban la oposición y los profesionales.
Está
claro que si siguen echándose las culpas unos a otros tendremos la batalla
perdida, de ahí que los partidarios de la privatización de la salud se estén
frotando las manos y machacándonos con anuncios de medicina y seguros privados,
al ver nuestro miedo de quedar desatendidos o mal atendidos (siguen el ejemplo
de las empresas de vigilancia, que han encontrado en el mantra de los okupas un
maná de pánico para su expansión). El miedo es libre.
Por
mi parte, siempre me he preguntado cuál será la respuesta de esos hospitales
privados cuando tengan que enfrentarse a una pandemia, o cuando sus asociados
sean tantos que no den abasto para atenderlos, y cuál la reacción de las
empresas de seguridad si, por ejemplo, suenan mil alarmas en el mismo instante.
No soy
político (el apellido Herrán que copa los titulares no es el mío) ni tengo la
solución, pero sí la certeza de que estamos obligados a cuidar de lo público. Porque,
le pese a quien le pese, es de todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario