El Diario Montañés, 6 de noviembre de 2024
La reseca
historia de nuestra España «abrasa con acercarse solo a mirarla», aunque se
trate de inundaciones. Porque en nuestro vestuario ocupan demasiado espacio las
camisas azules o rojas –que no las blancas–, siempre dispuestas a cubrirnos de
un odio que parecía haberse anulado durante la transición. Los viejos nos
decían a los más jóvenes que en nuestro país hubo una guerra y que había dos
Españas que guardaban «el rencor de viejas deudas». Aun sabiéndolo, apostamos
por una «libertad sin ira». La recuperamos, pero algunos, ahora, ajenos a nuestros
afanes de entonces, pretenden recobrar la ira y el odio. Y los canalizan en las
informaciones de parte de unos medios de comunicación vendidos a intereses
ajenos a la verdad, y en la inmediatez traicionera de las redes, donde todo cabe
sin filtros.
Hay
una verdad de la que apenas se tiene noticia: tras ganar las elecciones, el
gobierno valenciano de Mazón dejó la gestión de las Emergencias a Vox –puso al
zorro negacionista al cuidado del gallinero de los desastres climáticos–, y
tomó la medida extrema de desmantelar lo que consideró el «chiringuito» de la
Unidad Valenciana de Emergencias. Lo vendieron como un éxito, aunque ahora se
demuestre el error.
Milián
Mestre, uno de los fundadores del PP, acaba de decir que «por cuestiones
partidistas no se pueden hacer barbaridades como las que ha hecho el señor
Mazón en Valencia, eliminando una unidad de protección colectiva en casos de
emergencia. Es una barbaridad. Y lo digo yo, que fundé el partido del señor
Mazón. Es execrable».
Por
eso, cuando analicemos una visita que pudo ser más oportunista que oportuna,
conviene tener en cuenta que quienes pretenden encauzar el descontento y el
comprensible enfado de los perjudicados son parte importante del problema.
Aunque ahora quieran embarrar a otros anulando la memoria.
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