El Diario Montañés, 19 de febrero de 2025
Visitando
este fin de semana el corazón de Cantabria con un grupo de amigos (Carmona,
Tudanca, Polaciones, Piedrasluengas…), pudimos charlar sobre una tradición no
corroborada, pero que ha hecho fortuna: el trazado de las carreteras de montaña
lo perfilaban antaño los burros. Y observando desde lo alto del embalse de La Cohilla
las vueltas y revueltas que traza el camino, hoz de Bejo arriba (Unamuno
comparó este paisaje con la «puerta fatídica e imponente del otro mundo, de
ultratumba» de ‘La Divina Comedia’), imaginamos a los asnos, bien cargadas sus
alforjas, dibujando trochas y delineando cortaduras para hacer menos costoso su
avance. Aunque sea leyenda, lo cierto es que todas esas carreteras habían
surgido de la necesidad de las gentes de buscar conexión con otros valles para
intercambiar productos. Eran caminos imprescindibles que facilitaban la
comunicación y el comercio.
Ingenieros
no cuadrúpedos, pero con unas alforjas que en 2023 se calculaban en 420.000
euros, son los que están estudiando ahora, por encargo del Gobierno de
Cantabria, un itinerario que una Reinosa con Potes, aunque para ello deban abrir
una cicatriz acerba en la cadena montañosa, más por capricho turístico que por
necesidad. Algunos ediles han puesto ya la disculpa extravagante de que el «nuevo
vial abrirá la posibilidad de compartir servicios como el Hospital Tres Mares
de Reinosa», siempre que el apuro no se produzca en invierno, añado yo, y que
el hospital esté bien dotado de una vez por todas, superando la desidia de su
abandono.
Sea
como fuere, parece que nuestros vecinos de Burgos y Palencia son remisos, tanto
al diseño del teleférico de la Vega de Pas como al de esta carretera de Reinosa
a Potes, y han prohibido el desarrollo por su zona. Tengo el pálpito de que piensan
que ambos proyectos son burradas sin sentido.