martes, 18 de febrero de 2025

TRAZADOS ASNALES (19 de febrero de 2025)

 

El Diario Montañés, 19 de febrero de 2025

Visitando este fin de semana el corazón de Cantabria con un grupo de amigos (Carmona, Tudanca, Polaciones, Piedrasluengas…), pudimos charlar sobre una tradición no corroborada, pero que ha hecho fortuna: el trazado de las carreteras de montaña lo perfilaban antaño los burros. Y observando desde lo alto del embalse de La Cohilla las vueltas y revueltas que traza el camino, hoz de Bejo arriba (Unamuno comparó este paisaje con la «puerta fatídica e imponente del otro mundo, de ultratumba» de ‘La Divina Comedia’), imaginamos a los asnos, bien cargadas sus alforjas, dibujando trochas y delineando cortaduras para hacer menos costoso su avance. Aunque sea leyenda, lo cierto es que todas esas carreteras habían surgido de la necesidad de las gentes de buscar conexión con otros valles para intercambiar productos. Eran caminos imprescindibles que facilitaban la comunicación y el comercio.

Ingenieros no cuadrúpedos, pero con unas alforjas que en 2023 se calculaban en 420.000 euros, son los que están estudiando ahora, por encargo del Gobierno de Cantabria, un itinerario que una Reinosa con Potes, aunque para ello deban abrir una cicatriz acerba en la cadena montañosa, más por capricho turístico que por necesidad. Algunos ediles han puesto ya la disculpa extravagante de que el «nuevo vial abrirá la posibilidad de compartir servicios como el Hospital Tres Mares de Reinosa», siempre que el apuro no se produzca en invierno, añado yo, y que el hospital esté bien dotado de una vez por todas, superando la desidia de su abandono.

Sea como fuere, parece que nuestros vecinos de Burgos y Palencia son remisos, tanto al diseño del teleférico de la Vega de Pas como al de esta carretera de Reinosa a Potes, y han prohibido el desarrollo por su zona. Tengo el pálpito de que piensan que ambos proyectos son burradas sin sentido. 



martes, 11 de febrero de 2025

LISTAS DE ESPERA (12 de febrero de 2025)

 

El Diario Montañés, 12 de febrero de 2025


Vaya por delante que le estoy agradecidísimo a nuestro Insalud por la atención que me dan –diría que nos dan– cada vez que acudo al médico de familia o a un especialista. Personalmente, con ligeras excepciones –no en vano tratamos con personas humanas, como dice mi amiga Maribel, firme creyente de la existencia de las divinas–, me encuentro muy bien tratado cuando me reciben. Pero ahí radica el obstáculo que imposibilita que ese funcionamiento sea redondo: que te suelen recibir con demasiada tardanza. El tiempo que transcurre desde que obtienes el volante médico solicitando pruebas diagnósticas específicas, hasta que tienes la primera cita, suele resultar demasiado largo (aunque parezca un contrasentido, porque volante proviene de volar). Pero cuando ya consigues ese primer reconocimiento, no es conveniente tirar cohetes de alegría, porque tan solo has superado la primera barrera, antes de chocar con el segundo muro: las listas de espera y la promesa incierta del «esté atento, que ya le llamaremos».

Esta semana apareció en la pantalla de mi móvil un número largo de teléfono, de esos que, no sé por qué, suelen sobresaltarme. Era de mi centro de salud. Respiré aliviado. Una voz femenina, muy amable, me comunicaba la fecha de una cita que había pedido mi médica de familia al servicio de oftalmología para que consideraran una posible catarata de mi ojo derecho. Tras el saludo y la identificación inicial, me pidió que tomara nota. «Será el 12 de diciembre», dijo. «Pero esa fecha ya pasó», contesté con socarronería, «a no ser que se refiera usted al diciembre próximo, dentro de diez meses». «Me temo que va a ser ese diciembre», me respondió con tono de disculpa. «Hable con su doctora de cabecera para ver si puede urgir la cita».

Si os soy sincero, sigo sin verlo claro.

martes, 4 de febrero de 2025

SÍ, PERO NO (4 de febrero de 2025)


 El Diario Montañés, 4 de febrero de 2025

Quiero dejar claro que estoy a favor del progreso, pero de un progreso sostenible. Hacer las cosas porque sí, para mayor lucimiento del gobernante de turno, puede resultar peligroso por esa tendencia tan común de abandonarlas a su suerte una vez culminadas.

Uno tras otro, los sucesivos responsables de nuestra querida Cantabria siguen basando el desarrollo regional en el turismo, y por ello pretenden que la singularidad paisajística del terruño esté al alcance de todos, aunque ello conlleve la construcción, peligrosa para el medio ambiente y a primera vista innecesaria, de carreteras (Reinosa-Potes, «tenemos el gran capricho de cumplir nuestras promesas», el consejero de Fomento ‘dixit’) o de teleféricos panorámicos (el de Vega de Pas, «con 120.000 visitantes al año, ya nos saldría rentable», el alcalde del lugar ‘dixit’).

Quede claro que no pretendo ser intransigente como Gerardo Diego, que prometió no regresar a Santander porque no soportaba el desatino que se había realizado en Peña Cabarga cuando construyeron el «pirulí de la Habana», que quebró el «lomo solemne» de la montaña (por cierto, aunque terminado hace tiempo, su mirador, que permite divisar el 80% de Cantabria, continúa cerrado). Seguiré, cómo no, visitando los Valles Pasiegos, con Castro Valnera hermanando, que no limitando, Cantabria con Castilla, y rogaré, desde mi desconfianza infinita, para que la ola masiva de visitantes respete paisaje, fauna, caminos y sendas sin dejar plasmada su huella de destrozos (¡ay mis queridas secuoyas de Cabezón, descortezadas sin piedad!).

Si finalmente ambas infraestructuras se llevan a cabo (el estudio para calibrar los daños medioambientales debe ser tan exquisito como alejado de cualquier interés económico), deberían utilizarse con raciocinio, porque hay ocurrencias –¿recuerdan las cenas que se planearon, y pronto dejaron de realizarse, en los teleféricos de nuestro particular Jurassic Park de Cabárceno?–, que pueden resultar auténticas patochadas.