martes, 15 de marzo de 2016

OCIO, NEGOCIO Y DESCANSO (16 de marzo de 2016)


El Diario Montañés, 16 de marzo de 2016 (Fotografía de Sane)

Resulta difícil ponerse de acuerdo en la duración real del tiempo porque, aunque es una magnitud física precisa, tiene condicionantes psicológicas que la desvirtúan. Carlos Gardel decía que veinte años no es nada, pero Víctor Jara mantenía que la vida es eterna en cinco minutos.
Tal disparidad de criterios enfrenta a la Asociación de Hostelería de Cantabria con los sufridos vecinos de Río de la Pila y Cañadío. La Asociación está de acuerdo en que se mantenga la hora de cierre de los locales de ocio –las cinco de la mañana–, pero pide media hora de margen para hacer un desalojo reposado, ya con la música y las luces apagadas. De esa manera los parroquianos no se verían forzados –con las luces apagadas es posible que ya ni siquiera puedan verse– a interrumpir bruscamente sus conversaciones filosóficas, que a tales horas de la madrugada tratarán, sin duda, del mito de la caverna, de la insoportable levedad del ser y de la no menos insoportable incertidumbre de no saber muy bien ni de dónde han venido ni, sobre todo, adónde van a ir cuando cierren los bares, esos lugares tan gratos para conversar. Los vecinos, por su parte, consideran que media hora de añadido puede resultar una prórroga eterna si se suma al largo tiempo acumulado de vigilia forzosa.
El sentido común indica que debería prevalecer la opinión de los vecinos –que son los grandes perjudicados–, aunque vaya usted a saber qué decide nuestro gobierno en la Ley de Espectáculos que está redactando actualmente, porque puede considerar que no es cosa de poner en peligro el futuro de los establecimientos por treinta minutos de nada. Y es que, como nos hemos especializado en hacer negocio con el ocio a costa, en ocasiones, del descanso de los demás, resulta que en nuestra región hay dos mil novecientos veintidós bares, uno por cada doscientos habitantes. Un tercio de ellos están radicados en Santander, nuestra pequeña Atenas del Norte, capaz de colmar las medidas, con tanta y tan variada oferta nocturna de música y vino, del mismísimo Dionisos.

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