El Diario Montañés, 16 de marzo de 2016 (Fotografía de Sane)
Resulta difícil ponerse de acuerdo en la
duración real del tiempo porque, aunque es una magnitud física precisa, tiene
condicionantes psicológicas que la desvirtúan. Carlos Gardel decía que veinte
años no es nada, pero Víctor Jara mantenía que la vida es eterna en cinco
minutos.
Tal disparidad de criterios enfrenta a
la Asociación de Hostelería de Cantabria con los sufridos vecinos de Río de la
Pila y Cañadío. La Asociación está de acuerdo en que se mantenga la hora de
cierre de los locales de ocio –las cinco de la mañana–, pero pide media hora de
margen para hacer un desalojo reposado, ya con la música y las luces apagadas.
De esa manera los parroquianos no se verían forzados –con las luces apagadas es
posible que ya ni siquiera puedan verse– a interrumpir bruscamente sus
conversaciones filosóficas, que a tales horas de la madrugada tratarán, sin duda,
del mito de la caverna, de la insoportable levedad del ser y de la no menos
insoportable incertidumbre de no saber muy bien ni de dónde han venido ni,
sobre todo, adónde van a ir cuando cierren los bares, esos lugares tan gratos
para conversar. Los vecinos, por su parte, consideran que media hora de añadido
puede resultar una prórroga eterna si se suma al largo tiempo acumulado de
vigilia forzosa.
El sentido común
indica que debería prevalecer la opinión de los vecinos –que son los grandes
perjudicados–, aunque vaya usted a saber qué decide nuestro gobierno en la Ley
de Espectáculos que está redactando actualmente, porque puede considerar que no
es cosa de poner en peligro el futuro de los establecimientos por treinta
minutos de nada. Y es que, como nos hemos especializado en hacer negocio con el
ocio a costa, en ocasiones, del descanso de los demás, resulta que en nuestra
región hay dos mil novecientos veintidós bares, uno por cada doscientos
habitantes. Un tercio de ellos están radicados en Santander, nuestra pequeña
Atenas del Norte, capaz de colmar las medidas, con tanta y tan variada oferta
nocturna de música y vino, del mismísimo Dionisos.
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