El Diario Montañés, 21 de diciembre de 2016
Hoy, miércoles 21, Carmina, la maestra
jubilada del anuncio de la lotería, se ha echado a la calle creyendo que su
décimo estaba premiado. Como la ficción tiene la capacidad de romper el tiempo,
sabemos hace más de un mes que su número coincide con el del año pasado y no
con el del sorteo de mañana (o quizá sí, ya se verá, que los publicistas suelen
guardar un as en la manga para las segundas partes). En cualquier caso, todos
le han seguido la corriente para mantener vivo su sueño.
También los sindicatos están saliendo a la
calle en estas fechas tan señaladas, aunque sus marchas no tienen el apoyo
unánime que ha tenido la salida de Carmina. A Comisiones y UGT los han
acompañado representantes políticos del PSOE y Unidos Podemos, pero los del PP
no han querido entrar en el juego, algo lógico estando en el poder. Además,
Javier Maroto ha dicho que esa postura sindical de echarse a la calle es más
propia de los años ochenta del pasado siglo que de estos tiempos, y pretende
romper el sueño sindical de un plumazo apelando a las directrices que marca
Bruselas en materia económica.
Acaso en estos días también esté soñando
Ignacio Diego con la posibilidad de que Revilla cumpla su amenaza y deje el
gobierno si no se aprueban los presupuestos regionales –que es otra forma de
irse a la calle–. Pero la amenaza me parece a mí más bien un órdago de jugador
experto, con lo que es probable que el sueño de Diego tenga que esperar unos
años más.
Bien para festejar algo, para reivindicarlo o
para amenazar con irse a ella, la calle tiene muchísimo atractivo. El joven que
conducía un BMW a 140 kilómetros por hora por General Dávila, creía, como
Fraga, que era suya. La policía intentó despertarlo sin éxito, y tuvo que ser
un bolardo el que finalmente nos librara de su pesadilla de alcohol y drogas.
Si mañana me toca la lotería, me echaré a la
calle. Y no quiero que nadie perturbe mis sueños. Ni los bolardos.
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