miércoles, 7 de diciembre de 2016

EL PARAÍSO PUEDE ESPERAR (7 de diciembre de 2016)


El Diario Montañés, 7 de diciembre de 2016

De mis amigos de Castro Urdiales ya he hablado aquí más de una vez. Próximos a la sesentena, nuestras conversaciones giran últimamente en torno a la jubilación. Es lógico, el asunto nos preocupa porque en España la hucha se está vaciando y los números no cuadran. Como medida preventiva se ha decidido retrasar la edad de jubilación hasta los sesenta y siete años, pero como somos un país de contrastes, estamos viendo que los bancos 
–a los que rescatamos de una crisis que algunos de ellos contribuyeron a generar– prejubilan a sus empleados en plena edad productiva, apenas cumplidos los cincuenta y cinco. Bien es cierto que nos dicen que estemos tranquilos, que hasta la edad de la jubilación legal ellos correrán con todos los gastos y que la medida no le supondrá quebranto alguno a la hucha de las pensiones. Y hasta es posible que sea cierto, aunque tengo la sospecha de que de una u otra forma ya estamos siendo los paganos de la maniobra con las comisiones abusivas que nos cobran por todo.
Escribo estas reflexiones desde una de esas oficinas bancarias sin apenas personal, ejemplo piloto de cómo serán todas en un futuro próximo. Es aséptica pero, de no ser por su frialdad humana, diría que hasta resulta confortable. Aguardo sentado, junto con seis personas más, el turno de mi autoservicio con un número en la mano. Frente a nosotros, desde una pantalla de plasma, una joven con sonrisa de serie y traje corporativo de la entidad ofrece servicios bancarios irresistibles. Sobre todos ellos destaca un plan de jubilación que muestra escenas felices de parejas de jubilados 
–muy jóvenes, ex empleados bancarios sin duda– paseando por playas paradisiacas. «Parece un anuncio de viagra», dice, socarrón, mi vecino de asiento. Para recibir información hay que llamar a un teléfono que aparece en la pantalla. No tengo tiempo de anotarlo porque en ese preciso instante sale mi número de orden y corro el riesgo de perder el turno y volver a la espera. Me levanto. Que esperen el paraíso, o la viagra. Yo, no. Ya he esperado bastante.

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