El Diario Montañés, 25 de enero de 2017
Suelo
preparar este artículo los domingos, tras repasar las noticias de la semana.
Luego, filtradas, las analizo desde mi particular perspectiva. Y en esta
ocasión la actualidad regional tenía informaciones muy atractivas. Mientras que
López Marcano y Agudo terminaban el calvario judicial que puso en marcha el PP,
un exsenador por Cantabria de ese partido, Luis Bárcenas, continuaba sumido en el
proceso que intenta probar posibles financiaciones en B, llamadas ahora
extracontables. Y un senador, Javier Fernández, también del PP, hacedor de la
frustrada primera ley antifracking de España, se ausentaba de una votación para
no oponerse a sus compañeros, que lo hacían en contra de que nuestro país fuese
declarado «libre de fracking». Íñigo de la Serna, por su parte, perdía, como
Felipe II, la batalla contra los elementos, aunque, a diferencia del rey
prudente, él ya estaba avisado de su venida. Y Miguel Ángel Revilla, el mejor
comercial de Cantabria, aseguraba –ahora que la monarquía está en horas bajas
por turbios asuntos del rey emérito– que las raíces de la monarquía hispana
están en Cosgaya. Casi a un tiempo, la vicepresidenta, Eva Díaz Tezanos, se
desmayaba, no por tal aserto sino por una bajada de tensión y por permanecer
media hora a pie jinquete. Si a ello se une que el exobispo de Santander,
Vicente Jiménez, era imputado por espionaje, el cóctel para este escrito ya estaba
a punto de batido.
Pero
el artículo del sábado de Manuel Alcántara cambió el enfoque final de éste mío.
En él decía que los 89 años le habían caído como una losa y que había «decidido
descansar algunos días antes de descansar en paz». Y desde entonces la
contraportada de este periódico está huérfana de su firma. Sé que su retirada no
será definitiva, porque él, gran amante del boxeo, mantiene que el combate con
su colaboración diaria lo puede perder por KO, pero no por abandono. Yo, como
lector, estos días me siento desamparado sin sus crónicas trufadas de ironía y
salpimentadas con brillantes metáforas. Y profundamente agradecido por sus muchos
años de magisterio.
Gracias,
maestro. Gracias, «Tito». Vuelve pronto.
Qué bien se expresa Alcántara.
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