El Diario Montañés, 18 de julio de 2018
El
verano suele ser época de escasas noticias, pero de un tiempo a esta parte todo
está cambiando. Andaba yo con el caletre inmerso en los asuntos del rey emérito
cuando una información, también referida al bolsillo, me desvió la atención: la
ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha anunciado «una fiscalidad
medioambiental» que pretende elevar el impuesto que grava al gasóleo y que
puede afectar a la economía de muchos ciudadanos, si finalmente se lleva a
cabo.
Es
cierto que en esto de los impuestos hay distintas doctrinas, y no lo es menos
que casi siempre acabamos pagando los mismos. Unos gravaron al sol, energía
limpia donde las haya; otros pretenden gravar a los vehículos que queman
diésel, antaño muy recomendados. Son los bandazos de unos políticos a los que,
como aquella hermana de Gila, les gusta decir cosas, desconocedores de que los
actuales motores de gasoil contaminan igual o menos que los de gasolina.
Alguien debería decirle a la señora ministra que no es una cuestión de
carburantes, sino de la edad de los vehículos, viejos porque la economía no
está como para tirar cohetes, aunque alguno se nos dispare de vez en cuando en
las fiestas (menos mal que, según dicen, por Comillas andaba el Cristo del
amparo).
Las
cifras decrecientes del paro en Cantabria pueden mejorar la situación, aunque
analizadas con rigor se advierte que los sectores laborales que nos han
encaramado en los mejores datos nacionales de trabajo han sido el empleo público y los camareros, ocupación esta última
demasiado unida a la temporalidad y a los caprichos de un verano lluvioso que
vacía las terrazas, pero sigue llenando los pantanos. Nunca llueve a gusto de
todos.
Zuloaga,
desde su nueva responsabilidad, nos tranquiliza al confirmarnos que todo lo que
está en marcha, seguirá en marcha; lo mejor para que nada se termine. Y ahí
seguimos con la retahíla de las obras que unos se atribuyen y de cuya
paralización culpan a los otros. Una letanía que se nos va a hacer demasiado
pesada en estos tiempos preelectorales.
Y,
¿el emérito? Bien, gracias. De regatas.
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