El Diario Montañés, 11 de julio de 2018
La
mitad de los cántabros tenemos sobrepeso, entre otras razones porque la vida
estresada que llevamos nos conduce al sedentarismo, aunque parezca un
contrasentido. Siempre estamos con prisa por llegar al trabajo, a la escuela o
al domicilio, pero en cuanto estamos en nuestro destino lo primero que hacemos
es sentarnos. Tampoco dedicamos el tiempo necesario para alimentarnos
correctamente o para hacer deporte, e incluso, nada dados a prevenir,
preferimos combatir los resultados de nuestro abandono con pastillas,
apoyándonos en la seguridad que nos da la medicina.
Precisamente
le comentaba este fin de semana a un amigo que me parecían arriesgados sus
hábitos alimentarios, ricos en sal y grasas. «Para regularlos tomo las
pastillas de la tensión y el colesterol», me contestó, impasible, mientras
seguía mojando con fruición pan en la salsa. «Ya, pero hay que andarse con
cuidado –insistí–. Ahora resulta que algunas de las pastillas de las que
utilizan ‘Valsartán’ para controlar la tensión tienen un producto potencialmente
cancerígeno, con lo cual puede ser peor el remedio que la enfermedad». «No te
preocupes. Mis pastillas contienen ‘Enalapril’». Me resultó imposible
convencerlo. Así que no es de extrañar que, ante tanto cliente como él, se vaya
a abrir treinta y una nuevas farmacias en Cantabria.
Lo
que parece que no bajará ni con pastillas es el precio del cine. El IVA se ha
reducido al 10%, pero en la mayor parte de las salas la bajada no ha tenido
repercusión en el espectador. Han sido muchos años de reclamaciones que al
final parece que van a quedarse en la falsa afirmación que aprendimos cuando
adoptamos el euro. El café, que valía cien pesetas, pasó a valer un euro:
moneda por moneda, nos dijeron, aunque en realidad fuese un 66% más caro. No
pienso protestar, porque sé a ciencia cierta que lo costoso no es el cine en
sí, sino todo lo que hay a su alrededor. Mezcla muy bien combinada de sales
(palomitas) y azúcares (bebidas de cola) que deglutimos de manera compulsiva
mientras vivimos otras vidas y descuidamos la nuestra. Yo, un tonto entre tanto
tonto, también.
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