«Cuando
cada ‘yo’ sea una ética, que será un vivir y una conducta, la sociedad podrá
alardear de culta y civilizada». Esto escribía en enero de 1936 Antoni Benaiges,
maestro tarragonés que ejerció en Bañuelos de Bureba. Seis meses después, el 19
de julio, fue uno de los primeros asesinados tras el golpe militar de hace 85
años. ¿Qué hemos avanzado desde entonces?
Sumidos
en diferencias, por momentos más irreconciliables, rumiamos la cáscara de las
cosas, incapaces de penetrar en su meollo intelectual. Hablamos con fruición de
chuletones, de ‘matrias’, de equilibrios entre pandemia y economía, de la
suspensión de los derechos fundamentales que Vox ha preservado –la realidad
como no es en absoluto–, de los insultos a los suyos –no quiero pensar en los
que aplicará a los demás– del poderoso Florentino Pérez…, pero no profundizamos
en el hondón de los argumentos.
Da
igual que expertos en alimentación recomienden disminuir el consumo de carne;
que escritores como Virginia Woolf, Unamuno, Isabel Allende o Jorge Luis Borges,
entre otros (bendita Wikipedia), utilizaran el concepto de ‘matria’ sin que
nadie se rasgara las vestiduras; que los epidemiólogos nos recomienden sensatez.
En este tiempo nuestro en que la luz de la ética personal se apaga con la
sinrazón de las redes y el poder sombrío de la economía, todo se batalla. Cuando
las cosas vienen de una parte, resultan simpáticas para unos y ofensivas para
otros –los insultos de Florentino se comentan con media sonrisa–. Y viceversa.
Si las recomendaciones provienen del otro lado, surgen los chistes o los ‘tweets’
de algún colocado que defiende su sueldo con uñas y dientes.
Mientras
no tengamos un ‘yo’ ético, lo ideal es que vuelva el fútbol. Es mil veces mejor
discutir sobre lo intrascendente. Todo sea por el bien patrio. O ‘matrio’.
No hay comentarios:
Publicar un comentario