El avance de los
botellones, en ocasiones acompañado de hojas de navaja brillando a la luna, sitúa
a Cantabria a la cabeza nacional de los contagios por covid. Dicen los
responsables del ocio nocturno, ahora cerrado, que es porque ellos no pueden
cuidar de los jóvenes a partir de las tres de la mañana, ya que a esa hora
deben bajar la persiana, y era en realidad cuando la levantaban para permitir
la entrada a sus salas de diversión a media luz. A partir de ese momento, estiman,
comienza el desmadre, que, según la RAE, es la juerga desenfrenada (con la
inhibición de los padres, no en vano otra de las acepciones de ‘desmadrar’
significa separar a las crías de la madre). Hasta ahí quería llegar: al papel de
algunos padres en este sainete.
Margarita Seisdedos
se hizo famosa por llevar un ladrillo dentro del bolso para golpear a todo el
que pretendiera asediar a su hija, Tamara, que había sido encumbrada a la fama desde
la incultura de los ‘reality show’. Belén Esteban, princesa del pueblo gracias
a esos mismos ‘reality’, sentenció con su peculiar acento que «yo, por mi hija,
mato», frase que quedó grabada para siempre en el corpus lingüístico nacional. Y,
mira por donde, Arantxa de la Fuente, abogada y madre, a quien algunos tildaron
de «madre coraje» –le manda huevos–, ha presentado una denuncia contra el
gobierno balear «por detención ilegal» de su hijo en la gran movida insular que
se había desencadenado con los viajes programados de fin de curso; movida que obligó
posteriormente a que algunos jóvenes guardaran cuarentena en un hotel de cuatro
estrellas, ante el peligro de una infección. Menos mal que mamá obligó a fletar
un barco para sacarlos de aquel infierno.
Pena de mili, que
diría Pérez Reverte.
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