El Diario Montañés, 15 de septiembre de 2021
Definía
san Ambrosio tres tipos de muerte, aunque aquí solo citaré ‘la mors peccati’: «la
muerte del alma que peca», la muerte en vida; una mala muerte, sin duda. Fueron
Adán y Eva quienes nos la dejaron en herencia cuando eligieron el atractivo de la
fruta prohibida antes que la vida eterna que tenían garantizada dentro del
Paraíso. Algo parecido a lo que ha decidido el obispo de Solsona, Xavier Novell
–buen conocedor de los principios cristianos–, al tirar todo por la borda y anteponer
el arrebato terrenal que siente por la psicóloga Silvia Caballol a las promesas
de una eternidad que en la comparación le resulta menos palpable.
Sin
embargo, el ya dimitido obispo no debería preocuparse por su debilidad humana,
siempre que tenga éxito la investigación que financian Jeff Bezos, fundador de
Amazon, y el multimillonario Yuri Milner, inversor en ideas de alta tecnología.
El proyecto que tienen entre manos estos mecenas cuenta con la participación de
notables talentos científicos, incluido algún premio Nobel, con «el sustento
económico» de otras grandes fortunas, y pretende estudiar –casi nada– la
reprogramación celular, retrasar el envejecimiento, prolongar la existencia humana
e intentar alcanzar la vida eterna. Si lo consiguen, cambiarán las reglas del
juego, puesto que los ricos –ellos al menos– podrán sufragarse el camino de la
inmortalidad en la tierra sin tener que preocuparse por la sentencia de Jesús, cuando
les condenó asegurando que era más fácil que pasara un camello por el ojo de la
aguja que un rico entrara en el reino de los cielos. Con esta posibilidad deben
de estar frotándose las manos: podrán alcanzar la vida eterna aquí, sin
sacrificios. Ellos y cualquiera otro, obispo o no, que quiera gozar las
delicias carnales ‘ad aeternum’. A cambio, no tengo dudas, de una considerable
cantidad económica.
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