El Diario Montañés, 20 de julio de 2022
El
país arde por un cambio climático que no quiso ver Rajoy en su día, cuando incluso
involucró a su primo en un asunto que según él no debía convertirse «en el
problema mundial». Transcurría 2007, y desde entonces todo ha ido a peor hasta
convertirse en un problema mundial de primer grado. Pero, aunque del título de
este artículo pudiera desprenderse lo contrario, no voy a referirme a los que
queman el monte en estas semanas de calor insoportable, asesinos del medio
ambiente y verdugos de nuestro futuro. En realidad, pretendo traer a colación a
otros incendiarios –llamémoslos así– que han resurgido con fuerza, armados con
gasolina extrema. ¿Pues no escribió en este diario –en nombre de la libertad y sin
andarse por las ramas– un opinante como el que esto firma, que los votantes de
Podemos abandonaron al partido y «se fueron con la coleta del fundador»,
justamente unas líneas antes de afear la conducta de Joan Baldoví por llamarle «chaval»
al rey? ¿Y no afirmó otro que la ley de Memoria Democrática «nunca borrará
cuarenta años de nuestras vidas, en los que una España empobrecida, rural y
casi analfabeta, llegó a ser una potencia industrial», porque fuimos
afortunados «y aquí no gobernaron los comunistas?».
Coger
el rábano por las hojas es costumbre nacional, aunque sepamos que lo sustancial
está en la raíz. Y lo sustancial es que el cambio climático ya ha llegado, que
Podemos, antes de la intervención de Villarejo y de algunos ‘periodistas’
interesados, obtuvo el 20,68% de los votos, y que la Ley de Memoria Democrática
tiene cosas buenas, como por ejemplo buscar a las 114.000 personas
desaparecidas durante la Guerra Civil y la dictadura, algo para lo que el negacionista
Rajoy presumió de haber empleado «cero euros».
Dicho
sea todo sin rencor incendiario.
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