El Diario Montañés. 6 de julio de 2022
Dicen
las encuestas que el 30% de los españoles no se irán de vacaciones porque la
carestía de la vida ha puesto su futuro cuesta arriba. Además, la operación
salida está amenazada por la circulación de miles de coches que se van a echar
a las carreteras sin revisar convenientemente, con el peligro que eso supone para
la seguridad («se calcula que unos 112.500 vehículos se quedarán tirados en el
inicio de esta operación, y dos millones y medio a lo largo del verano»). Las
cifras asustan. Esconden una realidad demasiado dura que demuestra que vivimos
bajo mínimos, en un país donde el 27,8% de la población está en riesgo de
pobreza o exclusión social.
Aquí,
en Cantabria, los hosteleros se frotan las manos porque la ocupación prevista para
el mes de julio es del 90%, aunque a la hora de comer se haya dado un paso de
la carta al menú. Menos es nada. Que es lo mismo que piensan los libreros y
editores cántabros, que están viendo cómo la Feria del Libro de Santander
(tiene nombre de mujer, «Felisa», y triunfa en cuanto a organización y
asistencia de público) les supone un respiro económico para fortalecer este
mundillo cultural que se resiste a morir y se recupera con cada uno de estos
eventos, cual ave fénix. Vivir resistiendo.
Decía
García Lorca que el hombre no solo vive de pan, sino también de libros. «Yo, si
tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que
pediría medio pan y un libro». Lo mismo le pedimos los profesionales del papel
a los lectores, porque un buen libro «pone las escaleras para subir a la cumbre
del espíritu y del corazón». Y sacia el apetito de luz cultural a un precio similar
al de un menú.
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