martes, 13 de febrero de 2024

RETROCESO LECTOR (14 de febrero de 2024)

 

El Diario Montañés, 14 de febrero de 2024

Ahora que los cántabros estamos en la estadística lectora por debajo de la media nacional, rememoro tiempos mejores. En mi juventud, cuando la televisión era el único enemigo declarado de la lectura, los aficionados solíamos realizarla con fruición. Incluso en el retiro del retrete –valga la redundancia–, leer era una ocupación rutinaria que solía llevar a los tuyos a interesarse por tu salida. Y no respondías por el tiempo que podría llevarte la evacuación, sino por el que considerabas necesario para dejar la novela en un capítulo cerrado. Henry Miller, el autor maldito –bendita maldición que hizo que leyéramos la mayor parte de su obra en la discreción del váter–, dice en su libro breve, ‘Leer en el retrete’, que alguno de sus amigos «incluso tienen allí una estantería». Otra época. Otros afanes.

La editorial Oberon ha iniciado una colección de libros para leer en el retrete que, aunque momentáneamente tenga éxito (‘El libro gordo del retrete. Lecturas interesantes para momentos íntimos’ y ‘El libro gordo del retrete. Grandes mentiras, falsos mitos y errores de la humanidad’), deberá luchar contra un enemigo poderoso que ha entrado sin excusas en el excusado con total seducción: el teléfono. Tal es así, que un estudio de la Universidad de Barcelona revela «que las pantallas de los teléfonos móviles pueden contener hasta treinta veces más bacterias que la tapa de un inodoro». Desconozco si esto le sucedía al papel, pero el asunto denota un doble problema: primero, el teléfono se ha infiltrado definitivamente en nuestras vidas; segundo, con su atractivo ha desplazado al libro de nuestros pocos momentos de recogimiento, incluso de los de mayor privacidad.

Dios me libre de pensar que la lectura haya podido caer solo por esas causas. Pero con tal perspectiva seguirá su regresión. Aquí… y en Lima.

 

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