El Diario Montañés, 13 de enero de 2016
Este
año los Reyes Magos han sido muy criticados. En Madrid, por lo poco
convencional de la cabalgata y por sus atuendos exóticos. En Alicante, por la
arbitrariedad de sus visitas, que los llevó a ir en coche oficial hasta el
domicilio de la doblemente imputada exalcaldesa, ya que la pobrecita no había
acudido a la cabalgata de la noche anterior por encontrarse enferma.
Sí
parece que han estado acertados con sus regalos de teléfonos móviles a los más
jóvenes –cerca del 70% de los menores de quince años ya tienen en nuestro país
tales aparatos–. Por contra hubo muy pocos libros, lo que supone otro acierto
porque, ¿quién con dos dedos de frente puede arriesgarse a regalar tales
antiguallas a nuestros adolescentes?
En
Cantabria, sin embargo, los reyes han sido muy rácanos con los concejales de ‘Reocín
Puede’ y los han traído material de desecho: un bolígrafo Bic cristal usado,
carpetas reutilizadas, cincuenta folios y la mitad de un taco de post-it. Sólo
el carbón que amenazan con dejarnos en Santander puede superar tal desaire,
porque es posible que al final no nos traigan ni el Centro de Arte Rupestre de
la Unesco ni el Centro Asociado del Reina Sofía. Cierto es que los ciudadanos no
los habíamos pedido en nuestra carta a los magos, pero lo habían hecho por
nosotros, cual padres solícitos, los próceres políticos, aunque en su caso no
desinteresadamente, sino porque había votos en juego. Y aunque ahora Lasalle –casi
con un pie fuera de los foros donde se deciden estas cosas– intente echarle la
culpa al chachachá, la culpa pudo ser de que en el contrato se firmó darle un
determinado uso al edificio del Banco de España y luego, unilateralmente y sin
comunicarlo a tiempo, se les ocurrió darle otro. De aquellos polvos pueden venir
estos lodos.
Del
lodo judicial puede salir Cristina de Borbón –hija y hermana de reyes– si se
beneficia, como se prevé, de la que llaman ‘doctrina Botín’ en honor a quien
fuera príncipe de la banca. Con tal herencia nuestro ilustre paisano puede
prestarle un gran servicio, aun después de muerto –maravilloso regalo de reyes–,
a la infanta. Y, sin que sirva de precedente, esta vez el préstamo no tendrá
intereses.
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