El Diario Montañés, 27 de enero de 2016
El
giro inesperado que dio en su día José María Lassalle para desplazar el Centro Internacional
de Arte Rupestre de la UNESCO y el Museo de Prehistoria y Arqueología de
Cantabria (MUPAC) de su ubicación inicial
–prevista en el edificio del Banco de
España– nos tiene a todos en vilo. Entonces los responsables políticos se
apuntaron con euforia al cambio, pero ahora piden firmas de convenios a toda
prisa porque le empiezan a ver las orejas al lobo, no sea que con el otro
cambio que se prevé –el político– se vaya todo al garete y nos quedemos, una
vez más, a dos velas.
Yo
presuponía que entre Lassalle y Lafuente existía buena relación, pero no hasta
el punto de que intentaran ubicar los fondos de una colección privada en un
lugar que ya se había asignado al MUPAC por Orden Ministerial de mayo de 2013.
Y menos habiendo como hay otros espacios disponibles por la desangelada geografía
capitalina. Pero parece que esto de colocar «lo mío donde a mí se me antoje» es
algo consustancial a nuestra idiosincrasia, tan hidalga, tan señera.
El
pasado domingo el director del MUPAC, Roberto Ontañón, se despachó a gusto en este
periódico manifestando que «la operación Lafuente es un desatino que usurpa un
equipamiento cultural público». Coincido con él. Quienes me conocen saben que amo
los libros por sobre todas las cosas, pero tengo claro que como museo no tiene
parangón uno que muestre la riqueza de la prehistoria regional –que atesora vestigios
que nos han dado fama fuera de nuestras fronteras–, con otro que exhiba libros,
revistas, documentos y obras de arte de las vanguardias del siglo xx. Aunque venga acompañado –que eso
está por ver– del caramelo del Reina Sofía.
No
obstante, el debate sobre este asunto no debe ser «anacrónico, paleto ni
provinciano». Un museo no tiene que desbancar al otro. Pueden y deben convivir
los dos. Pero hay que dejar claro que el de prehistoria, por tradición e
importancia, y después de tantos años arrastrando sus fondos por los bajos de
varios edificios, tiene prioridad no sólo para elegir ubicación, sino para que
se respete la que ya tenía asignada.
(A
Miguel Ángel García Guinea, ‘in memoriam’)
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