El Diario Montañés, 18 de mayo de 2016
Somos los españoles –y yo el
primero– muy dados a la crítica, sobre todo si se trata de hablar de fútbol o
de política, porque en las dos disciplinas nos consideramos peritos (también en
la del sexo, pero en ese caso algunos mantienen una actitud más pudorosa). Acaso
por eso los programas de radio y televisión ocupan gran parte de su parrilla
horaria con tertulianos que se dedican a hablar sin descanso de ambos temas, y
que suelen ser valorados no sólo por sus conocimientos sino también por la
desmesura de sus opiniones.
En esas tertulias se desenvuelve
como pez en el agua un personaje santanderino que, a la vista de los resultados,
parece que saca buen provecho de ellas: en 2014 fue nombrado
vicepresidente del Racing de Santander (dimitió en menos de un mes) y ahora ha sido colocado de cabeza de lista
regional en un partido político, sin tener en cuenta la opinión de la
militancia, circunstancia ésta, sin embargo, muy pregonada por su líder
nacional.
Como quiera que al elegido
también se le conoce por su capacidad para hacer chistes, acaban de salir a la
luz varias frases suyas que no le han dejado en muy buen lugar, comprimidas en «tuits»,
esos exabruptos que se lanzan al aire desde la barra de la taberna internáutica
y permanecen indelebles en las redes. Por eso ahora, desde su nueva
responsabilidad, va a tener la obligación añadida de demostrar que una cosa es
predicar y otra dar trigo, y más cuando su prédica solía ser tan chusca como inmisericorde.
Dicen que doctores tiene la Santa
Madre Iglesia, por lo que supongo que el partido habrá tenido en cuenta los
pros y los contras de su decisión, no vaya a ser que a sus votantes les pase lo
que a mí, que dejé de tomar Cola Cao en público al sentir cierta vergüenza viendo
que lo anunciaba en la tele el bueno de Jesulín de Ubrique. Pero ya se sabe que
en esto de la política hay mucha gente sin vergüenza.
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