El Diario Montañés, 12 de octubre de 2016
Casi al mismo
tiempo que el presidente Revilla vendía por los platós televisivos que ser
feliz no es caro, atracaba en Santander el yate de un magnate ruso que tiene
valorados los pomos de las puertas de sus baños en 40.000 dólares. Melinchenko –así se llama el ciudadano en cuestión– es un marxista convencido, de los que,
como Groucho Marx, cree que en la vida hay cosas más importantes que el dinero
pero son muy caras y, como no quiere ser un pobre de los que sólo tienen
dinero, atesora su fortuna para poder comprarlas.
Su atraque, por
contraste, pone de manifiesto el casi atraco que se comete con uno de cada tres
trabajadores cántabros, que cobran menos de 655 euros al mes. Es el triste sino
de la desigualdad de estos tiempos en los que nosotros nos hemos llevado la
peor parte en el reparto. Por eso es lógico que el presidente regional predique
por doquier que la felicidad también está en las cosas pequeñas: si bien se
mira, son las únicas a las que podemos aspirar.
Estamos tan
necesitados, que a los numerosos bancos de alimentos que teníamos se van a
sumar ahora los bancos de libros. La consejería de Educación aportará 1,6
millones de euros a los centros educativos como primer paso hacia la gratuidad
total, que se prevé en un plazo de dos años. Lástima que una medida tan popular
se pueda llevar por delante a las librerías, que van a ver como el eje de su
negocio –hoy en día es casi imposible sobrevivir sin vender libros de texto y
material escolar– se traslada a los colegios para, quizá, nunca más volver. Por
desgracia, nuestra economía es tan precaria como esas mantas de los pobres que,
de tan cortas, cuando tapan la cabeza dejan al aire los pies.
En eso también
nos lleva ventaja el ruso. Según cuentan, la suite matrimonial tiene una cama
que puede girar 360 grados y, con tales características, las mantas tienen que
estar preparadas por fuerza a prueba de tirones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario