El Diario Montañés. 5 de octubre de 2016
Hace treinta y cinco años veía la
luz ‘Los santos inocentes’, la novela de Miguel Delibes. Tres años después
Mario Camus la convirtió en una gran película. Más de dos millones de
espectadores se emocionaron –toda obra de arte debe emocionar– con las
desventuras de Paco ‘el Bajo’ y su familia. «Desconozco las razones del triunfo
de una historia tan triste y de unos personajes tan desvalidos; supongo que
entonces las circunstancias sociales eran favorables», suele reflexionar Camus,
dando a entender que actualmente el éxito resultaría más complicado.
El intento golpista del 23 de
febrero nos acababa de enfrentar con los demonios del pasado. Su fracaso
propició el cambio político que necesitaba nuestra balbuceante democracia.
Cuando la película se estrenó, los socialistas acababan de llegar al gobierno:
eran jóvenes utópicos que deseaban enterrar tiempos pretéritos de injusticia
social y persecución ideológica. Luchaban contra las desigualdades que se
denunciaban en el filme y querían cambiar España hasta que no la reconociera «ni
la madre que la parió». Aquella sociedad ilusionada los apoyó con su voto
durante cuatro legislaturas.
Ahora todo ha cambiado. Sospecho
que los lodos del actual frenazo ideológico vienen de aquellos polvos del «poder
omnímodo». Felipe González, ensoberbecido con los años, le ha tomado el gusto a
los yates y a los consejos de administración y ha apoyado el derribo de Pedro
Sánchez, acaso para mantener sus prebendas, no fuera que se las llevasen por
delante un pacto con Podemos. El mismo frenazo que le han dado los gobernantes
a nuestra sociedad con el discurso malayo de la crisis y el posibilismo, hasta hacerla
tan dócil como los personajes de la novela. Entre todos han conseguido que la
historia de la película –«a mandar, para eso estamos»– nos parezca arqueología
que nada tiene que ver con la situación actual. Ha triunfado la venda: aun
siéndolo, ya no nos creemos inocentes.
(Aprovechando que el Pisuerga
pasa por la ciudad de Delibes, me sumo a la petición de Luis Alberto Salcines
para que la Filmoteca de Cantabria lleve el nombre de Mario Camus. Sería como ponerle
una perla al anillo cultural).
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