El Diario Montañés, 11 de marzo de 2020
Cuando
era feliz e indocumentado no me pasaba lo de ahora, que la información me acecha
en cada esquina. Por eso echo en falta en las redes sociales la labor del
editor, o redactor jefe, esas personas que ponen las cosas en su sitio, dando cauce
a la verdad. «Esto es cierto. Aparece en los papeles», se decía en otro tiempo,
subrayando la autoridad de la letra impresa, que previamente había sido
supervisada por personas con oficio. Ahora los bulos están al alcance de cualquiera
y circulan con impunidad, porque, como en el siglo XX, también en el XXI –lo dice
el tango– «los ignorantes nos han igualao». Y a ese carro de ilustres
ignorantes se suben muchos por diversas razones.
Viene
esto a cuento por el asunto del coronavirus, que se está expandiendo como virus
imparable por los cauces de internet, que aguantan cualquier falacia sin
desbordamientos. Que estamos ante un virus nuevo y desconocido, es evidente;
pero que hay saturación informativa, también. Si hubiésemos dedicado a la gripe
del año pasado toda la atención que estamos dándole este año al coronavirus,
habríamos dado noticia de 53 muertos diarios durante los cuatro meses que suele
durar el brote de la enfermedad, cifra que habría sido de 125 fallecidos
diarios en 2018. Tan macabro reguero sería insoportable.
Yo
no soy quién para decir que esto del coronavirus no tiene importancia –doctores
tiene la Santa Madre Iglesia–, pero coronavirus ha habido cada dos por tres,
disfrazados de una u otra manera, y en desenmascararlo, para luchar contra él, están
empeñados los científicos.
Bienvenido,
coronavirus, dicen muchos interesados. Entre otros, el rey emérito, porque lo suyo
de los 100 millones de euros ha pasado a segundo plano. Y eso que con la corona
y Corina el juego de palabras estaba asegurado.
Totalmente de acuerdo Jesús!
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