Comienza
hoy en la plaza de Alfonso XIII de Santander un encuentro veraniego con la
cultura escrita, entre grandes medidas de seguridad. La pandemia que nos acecha
lo ha cambiado todo, incluso la fecha del día del libro, que pasa a celebrarse
mañana, 23 de julio, porque se ha considerado que ahora hay menos peligro que
en ese mismo día de abril, y sobre todo más posibilidades, porque entonces estábamos
confinados.
En
la capital de Cantabria los organizadores han previsto medidas extremas de
seguridad. Aunque el espacio en que se desarrolla la muestra supera los 3.000 m2,
el aforo máximo se reduce a 350 personas (más de ocho metros cuadrados por
persona). A la entrada habrá un detector automático de temperatura y de
comprobación de uso de mascarillas, que funciona mientras el visitante pisa
sobre una alfombrilla higienizante y de secado, al tiempo que recibe una
pulverización con hidroalcohol, el mismo que luego hallará en cada caseta y en
los espacios que hay entre ellas. Y los autores dedicarán sus obras en un puesto
especial, protegidos por mamparas. Cuando pasee por el interior de ese recinto
abierto, el visitante va a tener una sensación de seguridad que quizá no
encuentre luego fuera de él, porque las prevenciones que se toman en el mundo
cultural alcanzan niveles difíciles de encontrar en otros lugares.
Es
lógico. Son muchos los que piensan que la cultura es más contaminante que cualquier
actividad habitual y por eso conviene blindarse ante sus efectos. Todos conocemos
el peligro que supone tener criterio propio, conciencia, empatía, intuición
estética…, humanismo, en fin. Resulta más cómodo –lo ha sido siempre– caminar
con la despreocupación egoísta del hombre gris, ese que da en no pensar en nada
y prefiere transitar con el grupo por puntos de mayor riesgo.
¡No
compare usted!
No hay comentarios:
Publicar un comentario