El Diario Montañés, 25 de agosto de 2020
Va a
comenzar el curso escolar con los protocolos de seguridad cogidos con pinzas.
Ahora que el verano turístico parece exitoso –el mes de julio nuestra región se
ha situado a la cabeza de España en ocupación hotelera–, la consejera regional,
que presume de que hayamos sido «el destino favorito», deberá volcarse en otra
faceta de su incumbencia y procurar que el escolar sea destino seguro. Esa es
la tarea de los responsables políticos: ser, precisamente, responsables. Y procurar
no tirar balones fuera cuando las cosas no funcionan lo bien que deberían
funcionar. No cabe, por poner un ejemplo reciente, culpar a los médicos
residentes –el eslabón más débil– de infectarse del virus en sus salidas
familiares o de ocio, sin reconocer que son ellos los que suelen cargar con la mayor
responsabilidad hospitalaria en los veranos y por tanto con las mayores probabilidades
de adquirir la carga vírica. Resulta fatal hacer manifestaciones a diario. Es facilísimo
cometer dislates.
Quizá
esté pasando lo mismo con lo de los grupos burbuja. Aunque todo el mundo
utilice la expresión, es posible que algunos lo hagan inapropiadamente. El
doctor Quique Bassat, portavoz de la Asociación Española de Pediatría, considera
que se puede hablar de grupos burbuja estables cuando se habla de menos de quince
alumnos. Enrique Ossorio, sin embargo, consejero de Educación de Madrid, cree
que una clase con veinte alumnos «es letal [y] no compatible con la vida normal
de un centro, por eso, al que se le haya ocurrido esto es que no sabe cómo
funciona un colegio».
Deberá
tener cuidado Marina Lombó con las ratios. Se ve que los intereses de la medicina,
de la enseñanza pública y de la privada son distintos, aunque esta sea
concertada. A ver hacia dónde apunta. No sea que le explote la burbuja.
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