Escribo
este artículo, el 450, con las mismas incertidumbres que tuve en el primero,
porque algunas cosas apenas cambian con el correr del tiempo. En nuestra región
vivimos con ofrecimientos continuos de promesas infográficas, algunas sin mucho
sentido, la verdad, con escasas expectativas. Un día de los inocentes la web del
postureo cántabro anunciaba que Cantabria tendría un Aquapark entre Isla y
Noja, porque la opción había sido refrendada por el 53% de los preguntados en
una encuesta imaginaria. La ocurrencia se hizo viral y provocó carcajadas. Pero
he aquí que aquella inocentada acaba de tomar forma de proyecto para
Torrelavega, «con un estudio de viabilidad» ya realizado sobre 100 días al año
funcionando, 2.000 visitantes en ese mismo periodo y la creación de unos 60
nuevos empleos (lo de los 10 millones de euros de inversión es mejor decirlo de
pasada).
Es
como si hubiésemos olvidado que nuestra región es costera, con agua más que
suficiente en sus playas, o en sus ríos, que es por lo que llega el turismo.
Una región en la que suele llover bastante más de lo que dice el presidente en
las televisiones, que nos supone dentro de un microclima protector, aunque en
este puente frustrado, en el que animó a los madrileños a salir hacia nuestro
paraíso antes de que se promulgara una ley que lo iba a impedir –manda huevos, que
dijo Trillo–, no haya dicho nada.
«¡Viva
el vino!», exclamó Rajoy, colocándolo por encima del agua. Pero aquí es el agua
del ocio lo que importa. «¿Habrá algo detrás?», me pregunta un amigo que sabe
de gestión deportiva y sospecha intereses en tal ocurrencia. No lo creo. Son ideas
con las que permanecemos ocupados y entretenidos. Como si fuéramos de Carabaña.
Sin caña, pero con el agua como cebo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario