Parece
que los médicos cántabros estuvieran tomando medidas en contra de sus intereses,
que en cuestiones de salud suelen ser los nuestros. Resulta que están cerrados los
centros de atención primaria en algunos pueblos por escasez de profesionales, que
piden que los madrileños vengan a Cantabria por el puente del Pilar, que adelantaron
en su día la movilidad con sus vecinos vascos… Así empezaría este artículo si,
como dice Revilla, son ellos los que cortan el bacalao con respecto a cómo
actuar contra la pandemia. Según el presidente, «Cantabria va mejor que otros
sitios porque los políticos no pintamos nada en esta materia».
No, la verdad es que no
mandan los médicos, aunque contra la Covid se debería tener en cuenta su
opinión más de lo que en realidad se tiene. Contra ese bicho se necesita el
juicio de quienes más lo conocen, entre otras cosas porque luchan contra él
desde hace meses, casi nunca con el personal ni los medios necesarios, que,
esos sí, dependen de las resoluciones políticas. Por eso los teléfonos suenan
en los centros de salud sin descanso, pero sin respuesta. Es difícil opinar a salto
de mata. La boca se calienta y las palabras surgen sin freno.
La liga ha comenzado en
Segunda B, con 6.666 espectadores posibles en el Sardinero –número que amplía
en seis mil el apocalíptico de la Bestia–, que vieron como empataba el Racing. Dicen
que la vida debe seguir para que la economía no se paralice, pero con prudencia
y no sujeta a las contradicciones de quienes pretenden tenernos a un tiempo en
casa y fuera de ella. Ahí sí deberían tener algo que decir los galenos. Y lo dirán,
sin duda. Pero sin decidir, porque, aunque Revilla diga lo contrario, no tienen
la fuerza ejecutiva que les atribuye.
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