El Diario Montañés, 12 de mayo de 2021
Lo
de no terminar los cigarros puros de un tirón puede conllevar peligro. Leopoldo
Alas, ‘Clarín’, en su inmortal novela ‘La Regenta‘, hace que pase por la cabeza
de Ana Ozores, la protagonista, un simbolismo sexual evidente: la visión del
puro que su marido abandona inacabado, día tras día, «incapaz de fumarlo entero»,
le hace pensar que alguien así tampoco será capaz de «querer por entero a una
mujer». Reparen en la importancia de la expresión «por entero»; palabras
mayores, clara denuncia de las cosas mal hechas o hechas a medias en los
asuntos de la coyunda (puro interruptus o parvus).
Nuestro
presidente también sufre en su pellejo las consecuencias de no terminarlos de una
vez y dejarlos aparcados en espera de tiempos mejores (un puro tiene su precio,
y no es cuestión de tirarlo nada más encenderlo, aunque sea regalado). Allá por
2010 aparecían pisoteados los que dejaba en el alféizar de las ventanas del
Parlamento Regional. El 'apagacolillas' resultó ser Ignacio Diego, que tenía la
certeza de que era una guarrada dejar abandonada por cualquier sitio «una
colilla rechupeteada». Nuestro particular pisapuros ecológico solo gestionaba
entonces enconos políticos.
También
«la pillada» de la semana pasada ha tenido evidente matiz político. Sin defender
la actitud del presidente –sabe lo que se juega y no solo debe ser honesto,
sino parecerlo–, no me gustaron los malos modos de los acusadores. Vi en las
imágenes a un Revilla recriminado, casi zarandeado, vilipendiado. Odio y acoso
frente un hombre que en aquel momento parecía mayor y desvalido. Desorientado. La
situación era imagen viva de un país que vive al borde de un ataque de nervios
por los cierres y la mala gestión de los mismos.
Seguro
que ahora, abriendo la mano, los problemas cambiarán de gremio. Vuelta a
empezar. Pobres sanitarios.
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