El Diario Montañés, 16 de febrero de 2022
José
María Roldán, presidente de la Asociación Española de la Banca, ha declarado
que el empeoramiento de la atención a los usuarios en las oficinas bancarias también
se está produciendo en otros sectores, y ha puesto como ejemplo que «en Teruel
sigue habiendo bancos, lo que no hay son otorrinos en el hospital público». Se
me ocurre contestar a su aserto con las mismas palabras que le dijo el paisano
al dueño del burro que estaba comiendo en su trigal, cuando le puso como
disculpa que estaba capado: «qué tendrán que ver los cojones para comer trigo».
El mal de muchos suele ser consuelo de tontos, pero no se da solución a un
problema desviando la mirada hacia otro. Y el mal de la banca no se remedia con
tal comparación, precisamente en un año en el que los beneficios que han
obtenido «los cinco grandes» han sido de 19.866 millones de euros, los mayores
de los diez últimos años.
Dicho
lo cual, también cabe afirmar que la Sanidad en nuestro país está cogida con
pinzas, en gran parte por el error de aplicarle a lo público similares
criterios de productividad que a lo privado. Antonio Martínez Torre, director
médico de la Gerencia de Atención Primaria del Servicio Cántabro de Salud,
estima que en la última década ha habido «un franco retroceso en presupuesto,
infraestructura, dotación tecnológica y personal médico» (igual que en las
oficinas bancarias, vamos). Una pena, en verdad, porque en ambos lugares el
usuario busca cercanía.
Dice
el ‘Satiricón’ que los médicos no son más que el consuelo del espíritu. Quizá por
ello el paciente prefiere la cura de la palabra, el levantamiento del ánimo,
antes que las aspirinas.
Por
cierto, poco se ha hablado de ambos asuntos en la reciente campaña electoral castellanoleonesa,
tan de rebaños.
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