Recientemente
hablaba aquí de las brumas norteñas que tanto nos separan de los rigores climáticos
de esa otra España que comienza en la Meseta. Hay, también, muchas cosas por
descubrir cuando nos introducimos en este paisaje, que parece dibujado por un
artista en cuya paleta solo quedaban verdes y grises cuando quiso colorearlo. Abundan
las noticias que hablan de animales peligrosos: lobos que diezman rebaños, un
oso que atacó a un ganadero (pudo salvarse porque se encaramó a un espino –me
duele el cuerpo solo de pensarlo–), víboras que muerden como nunca, buitres que
campan a sus anchas por centenares dándose el botín con el ganado muerto y en
ocasiones con el vivo, jabalíes que hurgan en la basura buscando alimento… Dicho
todo seguido, abruma. Incluso asusta, porque queda la sensación de que esta
tierra guarda en su infinitud peligros primigenios.
Vox
ha presentado una iniciativa en el parlamento regional para que el rey emérito
venga a ella, en concreto al palacio de Sobrellano de Comillas, por la «tradicional
vinculación de Cantabria con la Corona». Viniendo la petición de quien viene no
deberíamos suponer que pretendan que el rey jubilado corra ningún peligro en
nuestra región por amenaza salvaje –sea de lobos, osos, víboras, buitres o
jabalíes–, sabedores como son de que Juan Carlos es perito en armas y podría superar
sin gran esfuerzo, pese a su maltrecha cadera, los números de Pepe ‘el de
Fresneda’ con los lobos, o la valentía de Pito Salces y Chisco batiendo al oso
en ‘Peñas arriba’. Tampoco deberíamos sospechar que quieran traerlo para que se
convierta en una atracción más de la villa de los arzobispos. Más bien parece otra
animalada (en el sentido de disparate y tontería) del partido ultra, que sí representa
un peligro real. Y además bastante primitivo.
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