El Diario Montañés, 14 de septiembre de 2022 ©El Diario Montañés
El
mes de septiembre representa el retorno a la normalidad. Aunque las romerías
sigan dando sus últimos coletazos y el calor parezca decirnos que el verano continúa,
es tiempo de volver a la rutina diaria.
Carlos
de Inglaterra, que habrá soñado en más de una ocasión con ser rey, acaba de
despertar siéndolo, precisamente en septiembre. Ha roto el hábito del ‘dolce
far niente’ a una edad provecta, como si quisiera proporcionarle argumentos al ministro
Escrivá, que puede sentirse tentado de ponerlo como ejemplo a la hora de
recomendarnos trabajar hasta los setenta y tantos, aunque en el caso del monarca
inglés su ocupación distará mucho de los trabajos físicos de verdad (de la
remuneración es mejor no hablar).
Miguel
Ángel Revilla –para quien todos los meses parecen septiembre porque, aunque
también de edad provecta, no encuentra el descanso agosteño– ha dicho que
cántabros y asturianos somos la misma tribu, pueblos gemelos, comunidades
«uncidas». Se lleva de maravilla con el presidente asturiano, Adrián Barbón, con
quien acostumbra a reunirse de continuo. La última vez ha tenido lugar recientemente
en Los Machucos, en un acto en el que, según titular de este mismo periódico,
habrían pasado «de la amistad al idilio». Intuyo que en tiempos venideros, estando
ya próximas las elecciones, su pasión septembrina deberá terminar en un cese
temporal de convivencia, porque es probable que Barbón reciba algún «consejo» de
sus compañeros del socialismo cántabro: una cosa es la amistad incondicional y otra
bien distinta la condicionada por los votos.
Seguro
que su cese será de verdad temporal, no como el de Elena de Borbón y Jaime de Marichalar,
quienes, ya próximos a cumplir los quince años de ruptura, no lo consideran
definitivo, aunque sea crónico.
En
verdad, los tiempos de la realeza son inescrutables. Lo sabe bien Carlos III.
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