El Diario Montañés, 21 de septiembre de 2022. Imagen ©El Correo
El
mes de septiembre debe de tener algo especial para los terraplanistas, pues lo han
aprovechado para celebrar congresos en Barcelona y Menorca. En ambas ciudades, muy
turísticas y quizás también ahora con mejores precios para los alquileres, han agotado
las localidades de los espacios que habían elegido para sus reuniones, aunque
mantener estas creencias en pleno siglo veintiuno pueda resultarnos llamativo.
(Está de sobra demostrado que hay gente «pa tó», según dicen que dijo Rafael el
Gallo cuando le presentaron a José Ortega y Gasset como filósofo, porque sin
duda pensaba que era mucho más natural colocar las luces en el traje para torear,
que ponerlas en el caletre para alumbrar ideas).
Cuando
uno navega por el mundo global de internet descubre que los creyentes en la
tierra plana también pensaban navegar en un crucero para alcanzar por mar el límite
final de su concepción espacial, que según ellos está por «el paralelo 60, pero
nos lo ocultan». La travesía estaba prevista para el año 2020, pero desde
entonces no se ha vuelto a saber más de ella. Es posible que ahora aleguen que entonces
los frenaron oscuras fuerzas gubernamentales con el invento interesado de la
pandemia, pues cabe decir que estos individuos de mente lisa tampoco han creído
en la infección mundial, ni en las vacunas, ni en los dinosaurios, ni en la
antigüedad de la tierra…
La
educación, que siempre debe estar presente en nuestra actividad diaria, escolarmente
comienza en septiembre, y debería centrarse, ante todo, en formar personas y prepararlas
para luchar contra la ignorancia, que, según Charles Darwin, engendra más
confianza que el conocimiento. Lo malo es que una inscripción que pude leer recientemente
en una taza de café mantenía que «la ignorancia se puede educar, pero la
estupidez dura para siempre».
No
hay remedio.
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