Voy
a procurar, en este periodo electoral, ser ponderado en mis opiniones –salvo exabrupto
de algún personaje del que no pueda dejar de hablar– para no influir en el voto
de cada cual por pensamiento o palabra. Además, no quiero garantizarme la ira
de nadie. Y menos ahora que el responsable de Vox en Cantabria ha
desconfigurado mis referencias políticas, destrozando de golpe el imán de la
brújula del sentido común: ha asegurado que no pactará con el PP si no deja de
hacer política de izquierdas. Tal mazazo a la orientación me ha hecho perder el
norte. Voy, pues, con la música a otra parte, en concreto a Sanxenxo. ¡Vaya!,
otro norte.
Allí
han suspendido las regatas porque la fuerza del viento desaconsejaba la
navegación. Por ello no ha podido salir a la mar el ‘Bribón’. Tampoco ‘el
emérito’, su patrón, que quería participar en dos de las pruebas, así que le ha
sido imposible satisfacer las ganas de competir, tan añoradas desde la visión
del mar en su residencia de la isla de Murai, donde al parecer vive retirado a
cuerpo de rey. Su presencia en España ha suscitado, como en la primera ocasión,
opiniones opuestas, dependiendo del lado político de quienes las manifiestan, más
que de la realidad del contexto. (Ya decía Nietzsche que no había verdad, sino
interpretaciones; por eso es habitual que cuando se analiza un hecho desde el prisma
ideológico, la visión tienda a distorsionarse más que a aclararse, porque la mirada
dirigida suele llevar a engaño).
El
rey, que camina inseguro como si pisase rescoldos de pasados amoríos, se marcha
de Sanxenxo a Vitoria, con el aplauso de unos y la frialdad de otros, detrás de
sus asuntos que, si acaso alguna vez lo fueron, definitivamente parece que ya
no son los nuestros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario