Querido
Mario, la situación apenas ha cambiado desde que nos dejaste hace dos años. Los
gorriones siguen esperándote para el pan de cada día, porque tienen una memoria
prodigiosa. Pero, aunque te echen en falta, sabrán sobrevivir (en tu nombre he desmigado
un trozo de pan junto a tu panteón de Ciriego).
En
Santander, el Centro Botín continúa con la malla provisional que le colocaron
hace más de cinco años, ¿recuerdas?, y algunos mantienen que con una
programación que da la espalda a la ciudad. Fuera de Santander están inaugurando
salas de cine muy seductoras, con asientos amplios y reclinables. Pero no quiero
engañarte: las palomitas continúan omnipresentes. Por eso algunos prefieren acudir
a la filmoteca que bautizamos con tu nombre, aunque siguen en auge las series
televisivas, de las que tanto recelabas porque podían romper el lenguaje y los
ritmos de las películas.
En
cuanto a la política, en España somos incapaces de erradicar el síndrome de
Paco el Bajo. Parece que hemos asumido que «todos tenemos que acatar una
jerarquía, unos debajo y otros arriba, es ley de vida, ¿no?». Por eso tu Azarías
se está convirtiendo últimamente en carne de meme. Su rostro, inocente y risueño,
sirve de fondo a frases que plasman nuestra simpleza: «Señorito, habemos ganao»,
decía refiriéndose a las últimas votaciones municipales.
La
construcción continúa avanzando tras los parones de la crisis y la pandemia, y los
prados de las estrellas peligran ante urbanizaciones sin sentido. Seguimos
construyendo en nombre de un turismo que llena nuestra región de arquitecturas inexplicables
en lugares imposibles.
En
tu honor tomo en ocasiones un gintonic para acompañar las comidas (¿te acuerdas
cómo se sorprendían en los restaurantes cuando lo pedíamos para almorzar?),
pero ahora ya sin alcohol. Por los achaques de la edad, que no perdona a nadie.
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