El Diario Montañés, 13 de agosto de 2023
Se
atribuye a Groucho Marx el dicho de que la felicidad está hecha de pequeñas
cosas: un pequeño yate, una pequeñita mansión, una pequeña fortuna… Si verdaderamente
consiste en eso, la del rey de Marruecos será inconmensurable, como sus bienes,
aunque ahora, si todavía le quedan sentimientos de empatía hacia su pueblo,
estará triste. Felipe VI se ha mostrado fraternalmente abatido. «Querido
hermano: estoy desolado», ha escrito en un telegrama de dolor por el terremoto
que ha devastado parte de la nación, mientras el otro sexto, Mohamed, descansaba
en su palacio de París, valorado en 80 millones de euros: una de esas pequeñas
cosas que poseen los muy ricos.
Los
nuestros viven como reyes, pero son mucho menos ricos. Sí que tienen algunas
posesiones, pero por un quítame allá algún apoyo parlamentario el gobierno ha
paralizado la compra de un yate para que el Borbón compitiera dignamente en las
regatas. Así, no tendrá yate ni trofeos. Consecuencias de pertenecer a una
monarquía parlamentaria en la que todo, o casi todo, debe ser transparente. Como
deben serlo los bienes de quienes hemos elegido diputados y senadores. Los diez
representantes de Cantabria declaran poseer en conjunto 23 viviendas, 2,2
millones de euros, 134 vacas y 22 cabras. Y, aunque parezca mucho, bien mirado no
es para tanto, porque hay que tener en cuenta que la deuda global que certifican
suma 617.099 euros.
Quienes
superan los 700.000 euros, y tienen que pagar el impuesto de patrimonio, han
crecido en nuestra región hasta sobrepasar los 3.000. El nuevo gobierno autonómico,
preocupado, trabaja en una medida fiscal para eliminarles tal carga, aunque se
calcula que dejaremos de recaudar 20 millones de euros para otras cuestiones
del bien común.
Visto
así, en estos tiempos, aunque no pueda ser rico, me gustaría vivir como si lo
fuera.
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