El Diario Montañés, 6 de septiembre de 2023
Septiembre,
que seca las fuentes o lleva los puentes, ha comenzado con su versión acuática.
Quienes regresaban al trabajo por las autovías de la depresión sufrieron las
inclemencias del tiempo, que ahondaron aún más en la tristeza y el estrés de la
vuelta. Retomar el trabajo –una actividad que si falta estigmatiza socialmente–
supone el retorno a la monotonía del despertador, las prisas, los atascos, los malos
jefes… No obstante, el consejero César Pascual mantiene que solo con «trabajo,
trabajo y trabajo» (¿de quién?, pregunto) se obtiene la receta que puede paliar
los males de nuestra sanidad pública. Tiene tan difícil cura que, según él, para
salvarse debe repartir su actividad con la de la sanidad privada, aunque otros
pensemos que eso puede llevar, si no se hace con transparencia, a su ‘exitus
letalis’: muerte significa en lenguaje médico.
Nuestra
presidenta regional debe de ser de las pocas personas que desean regresar al
trabajo rutinario. Fiesta aquí, festival allá, cocido aquí, misa allá, ha
tenido un verano de inusitada actividad, como en su día le sucediera a Pablo Zuloaga,
quizá por emular ambos a Revilla, sabedores de que la sombra del expresidente regional
es muy popular y activa. Intentar imitarle supone gran esfuerzo, sea con traje
regional, albarcas o cánticos.
Septiembre
es también el mes por excelencia de los divorcios. Dicen los peritos en esto que
algunas parejas, tras pasar juntas el periodo vacacional, comprueban que cuando
mejor se comunicaban era cuando apenas lo hacían. Cosa que también les sucede a
los políticos, que volverán a las andadas en cuanto deban hablar (discutir) en
los parlamentos.
Menos
mal que en otoño, para distraernos, tendremos siete nuevos cines en
Peñacastillo y varias novelas prometedoras en las librerías.
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