El Diario Montañés, 15 de mayo de 2024
Cincuenta
años lleva sin bajar el brazo derecho Amar Bharati, un santón indio que lo
mantiene elevado para luchar por la paz. La realidad es que, viendo la
situación actual del mundo, debería reconsiderar su incómoda postura, porque a
los mandamases se la refanfinfla. Para su desgracia, aunque quisiera, ya no podrá
bajarlo pues su desmedida tozudez ha logrado que se sequen los cartílagos de sus
articulaciones (un reciente artículo de este periódico, escrito con demasiada bondad,
definía su actitud como «ejemplo de determinación humana»; yo, quizás más
pragmático, considero que en realidad es una muestra palmaria de nuestra estupidez).
El despropósito
de casos similares viene desde lejos. Benito Madariaga me comentaba con mucha
sorna, en uno de nuestros habituales paseos –verdaderas clases peripatéticas–, la
increíble y triste historia de otro santo que la misma noche de bodas decidió
abandonar a su mujer sin consumar el acto y se metió debajo de la escalera de
su casa para nunca más salir. Poco se sabe de la desposada, aunque algún
hagiógrafo le atribuye a ella el empuje que encaminó al santo hacia su insólita
actitud.
Nuestro
santoral está tan repleto de patochadas similares, que Teresa de Jesús llegó a
pedirle a nuestro Señor que nos librase «de devociones absurdas y santos
amargados».
Yo, que soy descreído, mas no tanto, quiero
aprovechar este rincón para pedirle a santo Domingo de la Calzada, patrón de
los ingenieros técnicos de obras públicas, caminos, canales y puertos, que ilumine
con su sabiduría a quienes tienen la responsabilidad de preservar nuestra
bahía, porque está en peligro de desaparición, al menos como hoy la conocemos.
¡Santo perito, inspira sus mentes ingenieriles
para que tras sus cuidados podamos poder seguir disfrutando de su belleza, porque
si no lo haces tú, no va a salvarla ni dios!
Amén.
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