Hay
muchas razones por las que me gusta el verano. Una de las más importantes,
porque suelen disminuir las noticias políticas en espera del inicio del curso parlamentario.
Además, en ese tiempo los periódicos reservan espacio para la publicación de
artículos ligeros y refrescantes.
Esta
semana he leído con fruición uno que enumeraba las precauciones que debíamos
tener en cuenta para realizar el sexo en la ducha y salir indemnes del empeño.
El tema me atrajo con tan solo leer el titular, porque, si bien ya no soy un
jovencito y los actos sexuales bajo el chorro no están entre mis preferidos, sigo
manifestando una notable inmadurez adolescente. También pude comprobar que tanto
la periodista, Solange Vázquez, como quienes opinaban sobre la mejor
realización del acto bajo el agua eran todas mujeres (Lucía Jiménez, Cecilia
Bizzoto, Alba Povedano y Mónica Chang), y a mí siempre me ha gustado conocer el
punto de vista femenino en los asuntos sexuales. Me introduje, pues, en la
lectura sin prejuicio alguno. Y debo decir que, pese a que referían
generalidades, me resultó placentera. Solo puse un par de peros: ninguna de
ellas unió en sus argumentos el fácil juego del polvo (Dios formó al hombre
tomando polvo de la tierra), con el lodo que puede generar el agua y dificultar,
por tanto, el acto (aunque sí hablaban de la conveniencia de utilizar
lubricantes, porque el medio acuoso reseca los fluidos). Tampoco se refirieron
a la dificultad de realizar las prácticas sexuales en casa ajena, algo que en
Cantabria es habitual: nuestros jóvenes tienen el cuarto sueldo más bajo de
España, y el precio de la vivienda se ha situado a la cabeza del país, ya que
en nuestra región ha crecido cinco veces por encima de la media nacional.
Pero
esto, claro, lo ignoraban.
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