El Diario Montañés, 18 de septiembre de 2024 (foto: DM)
Septiembre es mes de divorcios. Al parecer, en muchos casos la convivencia de las parejas en verano, lejos de ser idílica, se convierte en un roce que no se puede curar con tiritas y exige cortar por lo sano.
Nuestra
presidenta regional también ha utilizado el parón parlamentario veraniego para
pensar que debía remodelar parte de su gobierno, porque algunas consejerías parecían
estar ya desgastadas. Y así lo hizo. Pero la ruptura no fue demasiado precisa y
tuvo que añadir una sutura precipitada para recoser un arreglo que sorprendió a
todos. Una de las personas que se llevó por delante, Juan Antonio González
Fuentes, reflexionaba en este mismo periódico, el pasado diciembre, que próximo
a cumplir sesenta años ya «había tenido la oportunidad de entrenarse en el
asombro y la perplejidad». Y en verdad, para entender la forma de ejecutar esta
decisión, le habrá venido bien tal entrenamiento.
Personalmente,
con unos cuantos años más, ciertas posturas me siguen asombrando hasta la
perplejidad. César Pascual, uno de los consejeros que se ha salvado de la quema,
continúa empeñado en vendernos una situación casi idílica de nuestra sanidad, porque
según él «este verano ha sido difícil, pero no un caos». Sin duda, estará en
lista de espera para conseguir cita con un otorrino que trate la sordera que le
impide escuchar el clamor popular.
Buruaga,
por si vinieran peor dadas, le ha pedido «ayuda y acierto» a la Virgen de la
Bien Aparecida para dar respuesta a las necesidades de los cántabros. Su
intercesión, unida al anuncio de un cambio rápido desde la Unidad Aceleradora
de Proyectos Estratégicos, traerá el progreso a nuestra región, que se convertirá
en una pendiente de oportunidades que invite al patín inversor.
Si
tal invento funciona, puede que nuestra sanidad nos cite, incluso, antes de
estar enfermos.
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