No hace
mucho tiempo, la religión, que basa su doctrina en creencias, proporcionaba
soluciones a las incertidumbres humanas. Tras el declive paulatino de la fe, surgió
la pseudociencia, que utiliza el engaño presentando como evidencias científicas
cuestiones que solo pueden defenderse en el campo de las creencias.
Leí
con pasión adolescente las obras de Erich von Däniken,
escritor que mantiene la teoría de que los extraterrestres han transmitido
saberes a las civilizaciones primitivas, despreciando la capacidad humana para haberlos
adquirido por sí mismas. Pocos han acrecentado sus bolsillos tanto como él, publicando
libros ajenos a la literatura científica. Es lógico. Nadie suele alcanzar fama
y riqueza con investigaciones rigurosas, que ocupan muchos años y solo ven la
luz en revistas técnicas.
Como
el ser humano suele autogenerarse la necesidad de trascendencia –es difícil
admitir que tras la muerte no haya nada–, un prestigioso ex cirujano digestivo,
haciéndonos creer que del estómago al «alma» solo hay un paso que salva con la utilización
adulterada de la física cuántica –física «cuñántica» escribí en un primer bosquejo
de este artículo–, defiende, en libros y conferencias, que gracias a un estado
de supraconciencia «nuestra existencia va más allá de la muerte física».
La
ventaja de este octogenario ex cirujano es que los medios de comunicación se
han hecho eco unánime de sus teorías, supongo que más por la importancia de la
editorial que publica su libro, que por el rigor de las hipótesis. Entre las
ventas del libro y sus anunciadas conferencias de pago –«desde» 26 euros se
pueden adquirir entradas para próximos encuentros en un teatro de Bilbao–
acrecentará sus bolsillos tanto como Däniken.
En
absoluto me sorprende que llene la sala. A la misma hora, las siete de la
tarde, también se atiborra Mercadona con el candor de los ingenuos.
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