El Diario Montañés, 25 de noviembre de 2015
Andrés
Iniesta, el sábado, en el clásico, con su metro setenta de estatura, dio una
lección de técnica, fuerza y dominio. Se hizo dueño del centro del campo y
dirigió a su equipo con pie maestro hacia la victoria, aunque a su alrededor
todos parecían más altos. Él es uno de los componentes de aquel grupo de locos
bajitos que elevaron al cielo el fútbol nacional y lograron consecutivamente un
Mundial y dos Eurocopas, demostrando que en ciertos órdenes de la vida, y también
en el deporte de élite, vale tanto la maña como el tamaño.
Sin
necesidad de recurrir a ejemplo tan palmario, un aspirante cántabro a policía
local está reivindicando el derecho a opositar en su tierra aunque mida dos
centímetros menos de los que se exigen en nuestra región para entrar en el
cuerpo. Aquí rige el tope mínimo del metro setenta para poder formar parte del
grupo de chicarrones del norte que dan seguridad y protección a los ciudadanos,
frontera que en la policía nacional y en la guardia civil se fijó hace tiempo
en cinco centímetros menos. Por eso alega «desigualdad normativa» y defiende
que, como dicta el sentido común, ser un buen policía no sólo depende de la
estatura, aunque a priori pueda parecer que son los altos quienes imponen más
respeto.
Precisamente
dos personajes más bien bajitos nos acaban de dar un buen ejemplo de talla política.
Desoyendo ese refrán que dice que «quien tiene vecino, tiene enemigo», Revilla
y Urkullu han dado un paso de colaboración del que seguro obtendremos más
fuerza en las reivindicaciones comunes, que pasan por reforzar las
comunicaciones por carretera y por tren, y por aumentar nuestra relación en
materia sanitaria. Un nuevo acercamiento que se suma al que iniciaron hace tiempo
los alcaldes de Santander y Bilbao en materia cultural.
Lo
que desconozco, y quisiera conocer, es si en el nuevo modelo de incapacidad
laboral, cuya duración se va a guiar por la estadística, la estatura está
también contemplada en el baremo. Por simple prevención, no sea que por
tratarse de bajas y altas el tamaño sí importe.
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