martes, 1 de diciembre de 2015

MENOS PICANTE (2 de diciembre de 2015)


El Diario Montañés, 2 de diciembre de 2015


Este fin de semana he vuelto a Castro Urdiales, la ciudad donde tanto he vivido. La celebración de San Andrés es una de las excusas anuales que un grupo de cinco parejas, con más de veinte años de amistad, tenemos para reencontrarnos. La cena –en torno a caracoles aliñados con salsa picante– es el preámbulo ideal para luego, en la tertulia, «arreglar el país». La mayoría enfilamos la última curva de la cincuentena, pero tenemos un espíritu crítico intacto porque no vemos por ningún lado los valores sociales que defendimos en su día. Por eso, la sensación de fracaso nos lleva a hablar del camino equivocado que ha tomado la sociedad. Y surge el debate, que esta vez se centra en la sinrazón de ciertos sueldos.
Mientras nuestros hijos –a los que queremos dar la mejor preparación para que se abran paso en la vida– estudian alzados sobre un vacío que los catapultará al paro, a una remuneración mísera o al extranjero, un grupo de jóvenes –generalmente con poca o ninguna preparación cultural, y sin mucho esfuerzo– actúan en el circo del fútbol con sueldos que, de puro exagerados, son inmorales. Y no sólo los de las grandes figuras. El BOE publicó en octubre de 2014 el salario mínimo que cobrarían por convenio los futbolistas de primera y segunda división: 129.000 y 64.500 euros, respectivamente. Además, preveía una revalorización para este año acorde con la subida del IPC.
Con tanto profesional mal retribuido, estas cifras resultan escandalosas (cualquier futbolista de segunda división tiene asegurados 5.375 euros mensuales, aunque no juegue nunca, más de siete veces el salario mínimo interprofesional de los españoles).
Cuando una sociedad adopta esta vara de medir, no tiene luego ningún derecho a criticar al presidente del país por asistir a un programa radiofónico de fútbol y no a un debate con sus adversarios políticos. Su departamento de imagen conoce tanto sus deficiencias dialécticas como los índices de audiencia –que marcan los intereses reales de la mayoría de los votantes–, y se inclina por que acuda al campo donde juega con mayor ventaja.
Sólo de pensarlo se me revolvió el estómago. O quizás fue por el picante de la salsa. Menuda noche.

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