El Diario Montañés, 27 de julio de 2016
Me apunta Mario
Camus que en las retransmisiones deportivas los comentarios están acallando los
sonidos de fondo. «El locutor explica lo que vemos –como si los espectadores no
supiésemos interpretarlo– y los especialistas hablan y hablan, a veces sin
decir nada, con la sola autoridad de haber practicado el deporte en cuestión».
Y nuestro director, tan cuidadoso en su día para transmitirnos fielmente las
interioridades sonoras del deporte –algo que se engrandece en el cine como
complemento esencial de las imágenes (sirvan como ejemplo ‘Young Sánchez’, boxeo,
‘Volver a vivir’, fútbol, o ‘El prado de las estrellas’, ciclismo)–, estima que
ese silencio nos está escamoteando una parte esencial del espectáculo. «Ahora
parece que importan poco los cánticos de los aficionados, el choque seco del
balón en el larguero, el rechinar de las zapatillas deportivas en el parquet,
el siseo de los tubulares sobre el asfalto... Sólo importa el ruido de la
conversación».
Sin embargo, otros
sonidos conviene silenciarlos por cautela. Circula por las redes un escrito del
técnico de sonido José Sepúlveda en el que manifiesta que si se respetase con
fidelidad la acústica en las retransmisiones de las corridas, se acabaría el
toreo. «Si en lugar de la banda de música y los aplausos, el sonido fuera el de a pie de ruedo,
el de las banderillas al
entrar en la piel, el de los mugidos de dolor del
animal..., y lo acompañáramos de primeros planos de las
heridas, de la sangre que brota al latir del corazón o la mirada que pone antes
de la estocada final, creo –dice– que el 90% apagaría el televisor».
Acaso para evitar
el riesgo de apagón, algunos concejales del Ayuntamiento de Santander prefieren
ver el espectáculo en la propia plaza y están haciendo uso de sus abonos
gratuitos. Unos, los del PP, entran de derechazo y los utilizan como «invitaciones
protocolarias y de representación»; otros, los del PSOE, entran con pase al
natural, porque su partido «no está contra los toros, sino contra que se les
financie públicamente, que son cuestiones distintas».
Los dos lo hacen
con un buen par.
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